«No soy un héroe, sólo un cristiano iraquí»
El sacerdote Douglas Bazi escapó milagrosamente de varios intentos de asesinato cuando era párroco en Bagdad, pero el verdadero milagro es que los cerca de 600 refugiados a su cargo hoy en Erbil, prófugos del Estado Islámico, vivan sin odio ni resentimiento. En vísperas de la Semana de Oración por los Cristianos Perseguidos, convocada por los obispos españoles del 17 al 24 de mayo, la Fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada le entregó, el sábado, en Pamplona, uno de sus Premios a la Defensa de la Libertad Religiosa 2015
Cinco años después de su secuestro, el padre Douglas necesita tener una botella de agua cerca cuando se va a la cama. Los cuatro primeros días de cautiverio no le dieron de beber una sola gota. Pero los problemas de verdad llegaron al día sexto.
«Quedaos con el padre Douglas. Será uno de nuestros mártires. Nosotros no le queremos», les dijo a los secuestradores un sacerdote amigo, y colgó abruptamente el teléfono. La Iglesia no podía hacerse cargo del rescate. Había que jugársela a un órdago.
Al cura le metieron en una habitación. Pusieron a todo volumen un canal de televisión en el que permanentemente se recita el Corán. «Si gritas, nadie oirá tu voz», le dijeron. Le golpearon, le apagaron cigarrillos en el cuerpo, le insultaron y humillaron, jugaron a la ruleta rusa con una pistola en su sien… Sacaron un martillo. Empezaron por las costillas. Siguieron por los dientes. Uno a uno. «Me dijeron: No te preocupes, tienes muchos dientes y nosotros tenemos toda la noche». Él les increpó para que le remataran de una vez. «Cuando ves a las personas a las que va a decapitar el Estado Islámico, entiendes por qué están tranquilos: piden que el Señor no les deje más tiempo en poder de esas bestias».
Aquel secuestro de 9 días no fue la única ocasión en la que el padre Bazi se vio ya muerto. Siendo párroco de Mar Eliya, en Bagdad, hicieron volar su iglesia por los aires con una bomba. Otra día, lanzaron cinco morteros contra el templo. Varias veces más trataron de asesinarlo en la calle. En una pierna, tiene incrustadas varias balas del último intento fallido. Eran pistoleros de una milicia chií.
¿Será que Dios le estaba preparando para hacerse cargo de otros muchos cristianos que han pasado por dramas como el suyo? El padre Douglas, sacerdote de rito caldeo nacido en 1972, se toma su tiempo antes de responder. De ánimo habitualmente enérgico, baja esta vez el tono de voz hasta hacerla casi inaudible: «No soy un héroe. Sólo soy un cristiano iraquí. De hecho, tengo suerte de poder contar mi historia, que es como la historia de mi pueblo. Y quiero que se conozca esta historia. Si nos van a destruir, que al menos haya gente contando nuestra historia. Eso es importante para nosotros, porque somos hijos de la luz, no hijos de las tinieblas».
A los niños, hay que enseñarles a perdonar
«Ves a la gente sonriente. No tienes la sensación de estar en un campo de refugiados», cuenta un miembro de Ayuda a la Iglesia Necesitada que ha visitado, en Erbil (Kurdistán iraquí), el campo (centro, prefiere llamarlo él) en el que el padre Douglas Bazi atiende a 564 refugiados, la mayoría cristianos que han huido de la llanura de Nínive por la persecución del autodenominado Estado Islámico. La vida cotidiana es lo más normalizada posible. Los niños aprenden música e idiomas, las mujeres asisten a clases de cocina, cada quince días se proyecta una película…
A estas personas les han quitado todo, han asesinado a muchos de sus familiares y amigos, pero «nadie está enfadado con Dios, nadie le culpa por lo que ha pasado», cuenta el sacerdote. Al contrario: «Le dicen: Gracias, Dios mío, porque estamos a salvo. Quizá haya algunas personas todavía buscando venganza», pero «son la excepción. Estamos en el camino hacia el perdón, no al 100 % todavía, pero estamos preparados».
El cambio se ha notado sobre todo con los niños. «Al principio, estaban llenos de miedo y de ira. La primera vez que les dimos juguetes, los destruyeron en cinco minutos». Por las noches, eran incapaces de dormir. Continuamente se escuchaban gritos y lloros, asegura.
El rencor y la angustia han desaparecido en los más pequeños. «Los niños son lo primero para nosotros», explica el sacerdote, que, hasta hace unas semanas, debía hacerse cargo de dos centros, con más de mil refugiados en total. «Alguien de mi edad es muy difícil ya que cambie algunas cosas. Es una pérdida de tiempo intentarlo. Pero los niños sí pueden cambiar. Por eso no basta con darles comida y medicinas. Mi pueblo no muere sólo por falta de alimento. También muere de tristeza. Pero a los niños no hay que transferirles nuestro dolor, nuestra rabia. Deben ser capaces de perdonar. Porque nos lo dice el Evangelio, y también porque es la única forma de volver a empezar. Los cristianos perdonamos. Pertenecemos a la escuela del perdón. Pertenecemos a Jesús. Por eso nunca, nunca, nos rendimos. Por eso, la próxima generación de cristianos iraquíes volverá a perdonar y a empezar otra vez de cero, aunque nunca olvidaremos».
Despierta, Occidente
No todos volverán, afirma el padre Douglas. Algunos se marcharán al extranjero en cuanto puedan. «Mi pueblo está dividido sobre este asunto. Los mayores, sobre todo, están dispuestos a regresar a sus casas, porque dicen que no tienen elección. Pero los más jóvenes (sobre todo las chicas) sólo se plantearían hacerlo si sus antiguos vecinos musulmanes reconocieran claramente lo que han hecho y pidieran perdón» por haberles traicionado y entregado al Estado Islámico, algo que el padre Douglas no cree que vaya a suceder.
En este genocidio –el padre Douglas enfatiza y repite la palabra genocidio–, unos han pecado por acción, y otros por omisión. «A los occidentales, os digo: ¿Estáis oyendo nuestra voz? ¿Por qué permanecéis todavía callados? Y una última cosa: despertad. Esto no se va a quedar en Oriente Próximo. Cuando el Islam llegue a vuestros países, lo comprobaréis».
No existe el Islam moderado
«No hay una versión del Islam moderada y otra radical», añade el sacerdote. «El Estado Islámico representa el Islam al 100 %. El Islam es el Estado Islámico».
Esto no significa que no sea posible la convivencia interreligiosa. Colegios católicos como el que dirigió en Bagdad el padre Douglas, de hecho, tienen un alumnado mayoritariamente musulmán. Lo que piden los cristianos es un Irak laico, en el que rija el imperio de la ley. «Quien quiera la sharia, que se vaya a Irán, como chií, o a Arabia Saudí, como sunita. Irak debe ser un Estado de Derecho, con una Constitución que reconozca igualdad de derechos a todos los ciudadanos».
Entre un Gobierno «esclavo de Irán», y «grupos de estúpidos que quieren seguir la agenda que marcan Turquía o Arabia Saudí», los cristianos «son el último grupo bien formado que queda en el país, el único que sigue defendiendo que todos vivamos juntos. Por eso nos persiguen», afirma.
En las próximas semanas (o tal vez meses; la fecha es incierta), el ejército iraquí ha anunciado que lanzará una gran ofensiva militar para liberar la llanura de Nínive. El padre Douglas está intranquilo. «Si atacan Mosul desde el sur, muchos sunitas huirán hacia nuestros pueblos y ciudades, y ocuparán nuestras casas. Si atacan desde el norte, nuestras ciudades quedarán destruidas. Nunca hablo de esto con mi gente, pero, pase lo que pase, es evidente que esta crisis va a tardar todavía años en resolverse».
Douglas Bazi sospecha que esta ofensiva no sea más que una mascarada para partir el Estado iraquí en tres: un Estado kurdo, otro chií y otro suní. «Pero esto no será el fin de la historia, seguramente sólo el principio. Para crear un nuevo Estado, no basta con tener un aeropuerto y edificios oficiales. Hace falta gestionar la educación y la sanidad. Y cuando nada de esto se garantice, algunos se rebelarán y harán la revolución».
La presencia de cristianos en Irak, o en lo que quede del país, será tan importante o más de lo que ha sido siempre. Los cristianos –cree Bazi– serán el único nexo de unión entre las diferentes comunidades, como última esperanza frente a una guerra de aniquilación total de todos contra todos. «Históricamente, los cristianos hemos hecho una gran contribución a la construcción de Irak», concluye el padre Bazi. «Somos los que hemos mantenido la cultura, el idioma árabe (que es anterior al Islam), los que hemos conectado Oriente Próximo con Occidente y con el resto del mundo… No merecemos el trato que se nos está dando. No merecemos que se nos trate como si no perteneciéramos a esta nación».