No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre - Alfa y Omega

No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre

Viernes de la 14ª semana de tiempo ordinario / Mateo 10, 16-23

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: DALL.E.

Evangelio: Mateo 10, 16-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.

Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.

Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.

En verdad os digo que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre».

Comentario

«¡Cuidado con la gente!». Jesús les envía a llevar la salvación a las gentes, y sin embargo les previene. Jesús mismo experimentaría esa contradicción entre ser la salvación del mundo y morir a manos del mundo. ¿Cómo es posible que el mundo rechace su propia salvación hasta el punto de acabar con ella?

Porque el mundo, comprendido como dinámica frente a Dios, es la vida terrenal vivida por y para sí misma. El mundo así entendido exige vivir sin necesidad de Dios, sin necesidad de que Otro le salve. El mundo así entendido exige ser su propia salvación, y no acepta ninguna otra salvación. Y es en ese punto precisamente donde pueden romperse las relaciones aparentemente más fuertes, porque Dios será visto como una amenaza externa a esas relaciones: «El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán».

Por eso, Jesús nos advierte: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas». Llevar la salvación exige sortear con sagacidad esas dinámicas del mundo, que lo cierran violentamente sobre sí mismo. Pero al mismo tiempo, esa sagacidad tiene que ser reveladora de la verdad, por lo que nos pide la sencillez de las palomas. Sus apóstoles tienen que ser astutos sin ser retorcidos; naturales sin ser ingenuos.