Gratis habéis recibido, dad gratis - Alfa y Omega

Gratis habéis recibido, dad gratis

Jueves de la 14ª semana de tiempo ordinario / Mateo 10, 7-15

Carlos Pérez Laporta
Jesús envía a sus apóstoles. Inculturación en la catedral de Manila, Filipinas. Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Mateo 10, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

Gratis habéis recibido, dad gratis.

No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.

En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad».

Comentario

«Gratis habéis recibido, dad gratis». La misión cristiana sólo es comprensible desde la vivencia del don. Así como el niño crece aprendiendo a querer gratis gracias a los gestos reales del afecto de su madre, así también el cristiano aprende a amar con un amor totalmente gratuito y en una ofrenda total de sí mismo, en la medida en que viva de los gestos de amor gratuito y rebosante de Cristo. La vida cristiana es puro agradecimiento a Cristo. La vida cristiana es el efecto, la inercia, del amor de Cristo.

Claro que hay esfuerzo y sacrificio. Claro que aparecen aspectos negativos y contrariedades. Pero, precisamente por eso, todo ello sólo puede ser asumido desde la vivencia de un don que sobreabunde y supere todo esfuerzo, todo sacrificio y toda contrariedad. Del mismo modo que la madre vive su maternidad como algo positivo, en todas sus dificultades y cargas, porque el hijo es un don que merece todas las penas; también el cristiano con amor carga con su cruz por todas las bondades que Cristo le supone.

Con todo, eso significa que el cristiano necesita vivir efectivamente del don de Cristo. No puede ser una idea piadosa. No puede ser un concepto místico en el que sublimar los pesares. Cristo tiene que ser un don tan real o más que los pesares. Como es real el hijo para la madre. Si no se vive de ese don real y efectivo de Cristo, la realidad de los pesares y sacrificios le determinará.