No hace falta saber leer... - Alfa y Omega

No hace falta saber leer...

Una mujer humilde, hija de artesanos tejedores y que apenas sabía leer, fue el instrumento que utilizó el Señor para fundar las Hijas de Jesús, cuyo carisma es propagar el Evangelio a través de la educación. La obra comenzada por la joven de Guipúzcoa Juana Cipitria, hoy beata Cándida María de Jesús, se extendió desde Salamanca al mundo entero. Más de un millar de mujeres han continuado su misión y hoy dan gracias a Dios por el ejemplo de su fundadora. El domingo, será proclamada santa por el Papa Benedicto XVI

Cristina Sánchez Aguilar

«Fundar una congregación con el nombre de Hijas de Jesús, dedicada a la salvación de las almas, por medio de la educación e instrucción de la niñez y juventud»: ésta fue la petición que hizo el Señor a Juana Josefa Cipitria y Barriola, hoy beata Cándida María de Jesús, que el próximo domingo, 17 de octubre, será canonizada en Roma por Benedicto XVI.

Nacida el 31 de mayo de 1845 en Andoáin (Guipúzcoa), Juana era la mayor de siete hermanas, con las que compartía un hogar humilde. De sus padres, artesanos tejedores, Juana aprendió desde la infancia el valor del trabajo, la fortaleza ante las dificultades, el amor a la familia y la importancia de vivir desde Dios, unido a la gran lección que marcaría toda su vida: compartir con los más pobres los pocos recursos que tenían.

Juana también conoció de cerca, siendo muy joven, el dolor: en tres años murieron dos de sus hermanas. Fue sobre todo la muerte de María Francisca, la quinta de sus hermanas, el mayor de los desgarros para la joven, ya que, desde que nació, la había cuidado con mimo y esmero. Así fue como se enfrentó al misterio de la vida y de la muerte, aprendiendo que, tarde o temprano, hay que afrontar el dolor.

Yo, sólo para Dios

La decisión más importante de su vida la tuvo que tomar cuando un joven de buena familia pidió su mano, a lo que Juana respondió: Yo, sólo para Dios. Ya fue en estos momentos cuando Juana, que sabía que su corazón estaba inquieto, empezaba a aceptar los caminos que Dios le estaba reservando. La negativa al joven provocó en sus padres un gran sufrimiento, y la muchacha, ante la necesidad económica de la familia, aceptó un trabajo en Burgos, lejos de su hogar. Labor que no tardó mucho en abandonar, ya que los señores de la casa para la que trabajaba no la permitían ir a Misa cada día. Gracias a la Providencia de Dios, encontró rápidamente otro trabajo en una casa con familia numerosa, a la que acudían muchos pobres a pedir. Ella pasaba mucho tiempo con ellos, y cuando recibió la indicación de que no debía seguir ayudándolos, respondió con determinación: Donde no hay sitio para mis pobres, no hay sitio para mí.

El comienzo de la Congregación

Por cuestiones laborales, la familia se tuvo que trasladar a Valladolid, y Juana con ellos. Fue en aquel lugar donde el Señor, por fin, dio respuesta a los deseos de su corazón. El día 2 de abril de 1869, en la iglesia del Rosarillo, ante el altar de la Sagrada Familia, pidió al Señor que le aclarase su voluntad, y Él expresó su deseo: fundar las Hijas de Jesús para salvar almas a través de la educación.

Dos años después, en Salamanca, con tan sólo 26 años, comenzó su aventura junto a otras cinco mujeres. Ya con el nombre de Cándida María de Jesús, una mujer que apenas sabía leer, fundó una congregación encaminada a fomentar la enseñanza en las personas de clase económica más baja.

Las jesuitinas

Las Hijas de Jesús o jesuitinas, también conocidas como FI (Filiae Iesus), se extendieron rápidamente por el territorio español. En poco tiempo, la congregación se expandió a lo largo de España y se abrieron escuelas en Peñaranda de Bracamonte, Arévalo, Tolosa, Segovia y Medina del Campo, entre otras localidades.

Fue en 1911, un año antes del fallecimiento de la madre Cándida, cuando el primer grupo de las Hijas de Jesús partió hacia Brasil. Hoy están presentes en ocho países de Iberoamérica (Cuba, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina), dos naciones europeas (España e Italia), seis países asiáticos (China, Bangladés, Tailandia, Taiwán, Filipinas y Japón) y uno africano: Mozambique. Su carisma es la educación en sus múltiples formas, como modo de anunciar a todos la Buena Noticia de Jesucristo.

Para ellas, la educación no sólo se imparte en los colegios, sino también a través de la acción social a favor de los pobres. Es por eso que las jesuitinas trabajan con inmigrantes y se las puede encontrar en las instituciones penitenciarias, en hospitales… Además, tienen una fundación, Ayuda Solidaria Hijas de Jesús, puesta en marcha para lograr un reparto más justo de los bienes y para que las religiosas que trabajan en los países más desfavorecidos puedan realizar sus tareas.

Una Hija de Jesús, de las 1.025 que hay repartidas por todo el mundo, es, de hecho, la protagonista del milagro que impulsará que la Madre Cándida pase a formar parte de los santos de la Iglesia católica. Hace nueve años, María del Carmen del Val, de la Comunidad de Nazareth, en Valladolid, sufrió una enfermedad cerebral que le llevó al coma severo durante 12 días. Sus hermanas pidieron fervientemente a la madre Cándida por su vida. María del Carmen se recuperó, y ahora, con 87 años, continúa su labor como jesuitina. Está claro que tenía que continuar con su misión.