No es verdad 924 - Alfa y Omega

Efectivamente, no es verdad que sólo haya malas noticias. La buena noticia permanente de que Jesucristo ha resucitado es la victoria definitiva de la vida sobre la muerte, y no hay mala noticia que pueda tan siquiera hacerle sombra. Por eso, ante todo y sobre todo, ¡feliz Pascua del Señor a todos!

En la Pascua florida de este año, hasta la inmisericorde e inhumana matanza del Jueves Santo en Kenia –148 universitarios asesinados por ser cristianos, sin manifestaciones ni carteles en contra por parte de nadie– encuentra en la seguridad plena de su resurrección con Cristo su más alto contrapunto y su más gozosa verdad para siempre. Eso no impide que no se pueda estar más de acuerdo con Jon Juaristi cuando escribe en ABC: «El abandono de los cristianos en los países islámicos por Occidente resulta escandaloso. La repulsa que en los países cristianos suscita el terrorismo yihadista no tiene un correlato lógico en la defensa de los cristianos masacrados en Asia y África (Irak, Siria, Pakistán, Egipto, Sudán, Nigeria, Kenia…). Ésta brilla por su ausencia, y es que el anticristianismo no sólo constituye uno de los ingredientes básicos de la modernidad occidental, sino una fobia que se considera honorable». El Papa Francisco, tras el vía crucis del Coliseo lo resumió lapidariamente, cuando habló de la complicidad de nuestro silencio ante el espesor de la iniquidad y ante la barbarie de la Yihad. Dios escribe derecho con renglones torcidos, decían nuestros mayores. Así es, incluso cuando bajo el título El renglón torcido, Roncagliolo le escribe en El País una insólita carta a Dios, en la que, insolente y osadamente, le dice: «Tampoco es que usted llame con frecuencia a preguntar por uno», cuando su propia carta es el mentís más rotundo a lo que se permite escribir. Incoherencias del pensamiento único y débil.

Concluidas las vacaciones de Semana Santa, el adjetivo que más se oye cuando preguntas a los que vuelven de las procesiones es espectacular, como si lo sagrado fuera un espectáculo más. Es una vieja y lamentable historia. Ha llovido lo suyo desde que, hace sesenta años, un jesuita escritor, el padre Llanos, tan polémico más tarde, ya describió en su libro Reportaje para Cristo, de aquella inolvidable colección Remanso, a «todos los abonados a la Pasión como espectáculo».

Es de nuevo tiempo electoral y ¡de qué manera! Los políticos no han respetado ni la tradicional tregua de Semana Santa, mientras los dirigentes del PSOE cacarean el sarcasmo de que ellos se ocupan de España (no dicen que para destrozarla), los dirigentes del PP empiezan a suicidarse políticamente tirándose los trastos a la cabeza unos a otros –lo que les faltaba para el duro–, y ahí siguen varios millones de españoles que les votaban, sin saber qué hacer con su voto, porque no encuentran –y en la entrevista de Rajoy el lunes, a RNE, tampoco lo han encontrado– ni quien defienda de verdad y sin rebajas la vida, ni la unidad de España, ni la educación de sus hijos, ni la libertad religiosa verdadera, ni la atención a las víctimas del terrorismo, ni a la única familia ni al único matrimonio posibles. La economía, desde luego, es muy importante, y rebajar el paro también, pero no sólo de pan vive el hombre, y hasta más de cuatro se quejan de haber recibido una atentísima carta de la ministra de Trabajo diciéndoles que les suben la pensión, pero en realidad se la bajan, porque ya se ha ocupado su colega de Hacienda de subir el porcentaje de retenciones, o sea, el truco del almendruco. Y los demagogos siguen con su política de la rabia y del resentimiento, en vez de la respuesta y la sensatez.

Y esto es lo que hay, de momento, a las puertas de esta primavera florida, en esta desquiciada España nuestra, donde, como ha escrito Luis Ventoso, «ocurre algo que no ocurre en ninguna otra democracia occidental: una Administración del Estado, la Generalidad de Cataluña, invierte dinero público –o sea, de ustedes y mío– para intentar destruir el propio Estado». Y, lo que es peor, no sólo no pasa nada, y los responsables no van a la cárcel, sino que siguen en el machito, rebosando chulería intolerable, y mantienen el tratamiento de muy honorables.