No es verdad 842 - Alfa y Omega

¿Usted cree que sigue habiendo en España seis millones de parados y un millón de familias cuyos miembros están todos a la espera de un trabajo? ¡Quién lo diría!, porque lo único que usted puede ver estos días en prensa, radio y televisión es al tal Bárcenas. ¿Usted cree que sigue pendiente la reforma radical de la inicua ley del aborto? ¿Usted cree que cada cuatro minutos se sigue asesinando a un niño en el seno de su madre? De semejante genocidio, ni línea en los medios de comunicación. ¿Usted cree que sigue pendiente la decisiva ley de Educación? ¿O el desastre familiar que suponen el divorcio y el intento de equiparar al matrimonio uniones de todo tipo? ¿Y qué fue del 11M, y de ETA y sus derivados y compuestos? ¿Y del caso Faisán? ¿Y qué pasa con los chanchullos de los hijos de Pujol, de la hija de Cháves, de los áticos de Bono, de los chalés costeros de Pepiño? ¿Y qué me cuenta usted del latrocinio de los ERE en Andalucía? Porque yo no sé cómo se las arreglan, pero todo eso, tan de basurero, ha desaparecido como por ensalmo de las portadas de los periódicos, de las tertulias radiadas y televisadas. Lo único que oye usted, lo quiera o no, es lo del tal Bárcenas. No me extraña que una observadora como Edurne Uriarte acabe de escribir, en ABC: «La agitación post 11M consistió en dirigir contra el PP la indignación y el miedo ciudadanos por el atentado. La de ahora se basa en dirigir contra el PP la indignación ciudadana por la corrupción».

Que sí, que lo de Bárcenas es corrupción; pero ¿cuándo mentía Bárcenas: cuándo negó que los papeles eran suyos y la letra era la suya; o ahora que dice que los papeles son suyos y que la letra también? ¿Cómo es posible que personas que normalmente son consideradas sensatas hayan perdido el sentido de la perspectiva y de la globalidad hasta quedarse nada más que con lo de Bárcenas; más aún, con una parte de lo de Bárcenas, no con la otra? Rubalcaba, el cínico, ¿es tan corto que no es capaz de darse cuenta de que cualquier persona medianamente inteligente no puede creerle ni palabra, mientras no pida para lo de los ERE y lo de Cháves lo mismo que quiere para lo de Bárcenas? ¿Tan difícil de entender es esto? ¿Por qué no pide la moción de censura para Griñán en Andalucía, igual que la pide para Rajoy? Y, ya que hablamos de Rajoy: ¿cómo es posible que un presidente del Gobierno ande con sms con el tal Bárcenas? ¿Se puede andar con sms de esa calaña y, al mismo tiempo, exigir, con todo el sentido común y la razón del mundo, que se tenga presente que la agenda de un Presidente del Gobierno no puede depender de lo que diga un presunto delincuente encarcelado ya? Si, ya sé que el Bárcenas no es más que un imputado y que imputado no quiere decir culpable; pero también sé que imputado sí quiere decir sospechoso, cuando menos. ¿Y qué me dicen ustedes del alcalde de Barcelona, que tiene el soberano rostro de decir públicamente: «Apoyo una moción de censura si hace posible el derecho de los catalanes a decidir»? Éstos, a lo suyo: a su despreciable y cutre insolidaridad.

Me parece de perlas que, ante tanta basura, se tire de la manta lo que haya que tirar, pero tirar de la manta de Bárcenas no puede significar dejar de tirar del edredón de Griñán, de Chaves y tantos otros, como ustedes saben mejor que yo; porque, mientras tanto, a uno se le cae la cara de vergüenza viendo en la prensa internacional titulares sobre fondos negros de financiación de partidos; y fotografías, en pie de igualdad, del Presidente del Gobierno de España con un presunto delincuente encarcelado. Pero, sobre todo, vuelvo a lo del principio: que desgraciadamente hay, en la España de hoy, muchas cosas más que Bárcenas. Por ejemplo, el aborto; y, por ejemplo, el paro; y, por ejemplo, la crisis. Como ha escrito Isabel San Sebastián: «La víctima principal de esta crisis es la clase media, devorada por un ejército de parásitos y depredadores», con la aquiescencia, tácita o expresa, de unos irresponsables a los que Ignacio Camacho ha definido, en ABC, como «políticos de moqueta». Todo –¡manda narices!– porque, como ha escrito Victoria Prego, un tal «L. B. no pensaba acabar en la cárcel…».