Efectivamente, como Rajoy le dice a Montoro en la viñeta que ilustra este comentario, hace falta tener mucha fe para muchas cosas en la España de hoy; que se lo pregunten, si no, estos días, al señor Wert, ministro de Educación.
Es altamente probable que lo más sensato, para tratar de arreglar la situación económica, política y judicial, sería volver a empezar; pero no es probable, sino seguro, segurísimo, que donde hay que volver a empezar de cero, tratando de hacer las cosas al contrario de cómo se han venido haciendo durante los últimos treinta años, es en el mundo de la Educación. Tengo por cierto que nunca debió el Estado ceder a las Autonomías las competencias en Sanidad y en Educación. El señor Wert ha tenido la osadía de hacer un primer intento, timidísimo todavía –pero algo es algo–, de plantear una nueva Ley de Educación, única manera de que la desastrosa situación actual empiece a cambiar. El PSOE no ha tardado nada en anunciar que impugnará la Ley y la llevará a su terreno, que es el Tribunal Constitucional. ¡Curiosa manera de hacer oposición la de los socialistas españoles de hoy, que, en cuanto algo no les gusta, se llame educación, o se llame aborto, o se llame como se llame, lo quieren someter a la decisión de sus amigos mayoritarios en el Tribunal Constitucional!
Las funestas consecuencias de las sucesivas leyes socialistas de Educación –a las que el PP no ha tocado un pelo, cuando ha podido hacerlo– están a la vista de todos: fracaso y abandono escolar apabullantes, universidades mediocres, cuando no desastrosas, el injusto igualitarismo y la nivelación por abajo, en lugar del reconocimiento de la excelencia, del esfuerzo y del mérito y, por consiguiente, la inevitable traducción inmediata de todo eso en la vida de cada día: todos más borregos, ni una universidad española entre las mejores del mundo, falta de respeto a la vida, inmoralidad rampante, corrupción masiva, desunión de España…; en definitiva, recogida de lo que durante treinta años se ha sembrado; triste y funesta cosecha.
Como para muestra basta un botón, Rubalcaba ha avisado a las editoriales que no cambien los libros de texto –arma principal nacionalista, por ejemplo– que han venido publicando hasta ahora, porque en cuanto él pueda decidir volverán a ser válidos. Considera la Educación como si fuera un cortijo suyo, porque durante treinta años lo ha sido. Y es curiosísimo que la voz de Rubalcaba, o sea El País, haya salido diciendo, al día siguiente de la noticia de la nueva Ley de Educación, y desde la portada, que «Wert ha cedido a las exigencias de la Iglesia». Le traen sin cuidado los padres de los alumnos y los alumnos, y anuncian a bombo y platillo que, si la Ley sigue como la propone el señor Wert, denunciarán los Acuerdos con la Santa Sede. A este paso, Rubalcaba y Valenciano, como no salga el sol o no llueva cuando ellos quieran, van a denunciar los Acuerdos con la Santa Sede.
En algunos rincones de España, como en Asturias, los gobernantes socialistas ya han propuesto que las vacaciones de Semana Santa y de Navidad no se llamen así, sino vacaciones de invierno y del segundo trimestre. Lo llevan crudo…, pero no deja de ser triste, porque es difícil hacer más el ridículo. Les molesta que la asignatura de Religión sea, como es lógico, una más de las asignaturas y, por tanto, cuente para la nota del alumno y para las becas. Dice la señora Valenciano que a ver si alguien se cree que la Religión es «tan importante como la Biología». ¿Qué creerá esta señora que es el ser humano? ¿Se habrá enterado de que es cuerpo y alma, y de que si la Biología se ocupa del cuerpo, del alma se ocupa la Religión? Así nos luce luego el pelo, claro, y así tenemos eso que ellos llaman la ciudadanía que tenemos: gente mediocre, a medias, de medio pelo, nivelada por abajo, todos iguales e igualmente manipulables en consecuencia; que, a lo peor, es de lo que se trata. García de Cortázar ha escrito, en ABC, sobre «el error más grave que se cometió en los años en que debíamos haber puesto los fundamentos de un sistema educativo y preferimos atender a otras reivindicaciones…». Bueno, pues eso.