Algo muy penoso tiene que estar ocurriendo en el modo como los partidos políticos mayoritarios se comunican con la sociedad española: algo muy gordo y muy penoso, para que unos individuos que acaban de irse del Gobierno dejando más de 5 millones de parados —eso sí que es despido— y con un sistema capilar de corrupción salgan a los medios de comunicación dando la impresión de que ellos son los que aciertan y el Gobierno del PP el que se equivoca. Verdaderamente, hace falta una cara de cemento armado para volver a agitar, tras el incendio en los montes de Galicia, el fantasma del Prestige. Que la izquierda tenga un acreditado sistema de difundir sus mentiras como si fueran verdades, no significa, en ningún caso, que el Gobierno no tenga que aprender a informar inteligentemente.
¿Qué es antes: el trabajo, o la huelga? ¿Habría huelga si no hubiera trabajo? ¿Sigue habiendo trabajo con huelga? Los sindicatos socialista y comunista han logrado vender la burra de que el derecho a la huelga es prioritario. Pero…, ¿saben ustedes que, unos días antes de la reciente huelga —esa que el ABC definió poco general y hasta La Vanguardia definió como parcial—, el Gobierno actual del PP volvió a pasarles a los sindicatos promotores de la huelga varios millones de euros? Por poco que la huelga nos costara a todos, nos costó unos 3.000 millones de euros, que se dice pronto. ¿Quiénes son, pues, aquí, los insensatos y los insolidarios? El que no se sabe si sigue siendo Presidente de la Junta de Andalucía, Griñán, salió a la palestra, tras las elecciones, cacareando que «el pueblo andaluz quiere seguir siendo socialista». Bueno, pues verán ustedes: según el acreditado método de la cuenta de la vieja, en Andalucía son unos 8 millones de habitantes. De entre los andaluces con derecho a voto, 3.876.780, el PP recibió 1.567.207 votos (el 40,66 %) y el PSOE 1.523.465 (39,52 %). Entre IU, UPyD y PA, apenas lograron 600.000 votos más. Si ustedes hacen la cuenta de la vieja, entre todos no llegan a los 3 millones; aparte está el índice de abstención que fue casi del 40 %. ¿De verdad que, con estos datos, se puede afirmar que el pueblo andaluz quiere seguir siendo socialista? ¿O es que la izquierda sabe vender mejor su mercancía que la derecha, que encima deja los principales medios de comunicación en manos del enemigo? Luego están los queridísimos amigos franceses, ingleses e italianos, cuyos periódicos no tienen reparo en informar, desde sus portadas, algo que no fue verdad: La huelga bloquea España. Con amigos así, no hacen falta enemigos. Los que sí trabajaron y no hicieron huelga fueron los centros de exterminio llamados abortorios. Ahí no hubo piquetes informativos. Por cierto, ¿qué representación política —no laboral, política— tienen CC. OO. y UGT, y qué legitimidad tienen para declarar una huelga? ¿Quién se la ha dado? Los únicos representantes políticos de los ciudadanos españoles —se equivoquen o no, que ése es otro cantar— están en el Parlamento, que, por cierto, tampoco hizo huelga, a pesar de piquetes informativos como el líder de Izquierda Unida. Luego está también lo ocurrido en Barcelona, a lo que ya se han ocupado los medios de la izquierda de ponerle sordina: todas esas crecientes pandillas de cafres que se sienten a sus anchas, como en su medio natural, entre cubos de basura esparcida fuera de sus contenedores. Por cierto, también: ¿por qué los cursos que reciben los parados tienen que dejar una comisión a los sindicatos? Y ¿por qué esos cursos, en vez de darlos los liberados sindicales, no los dan los jubilados con experiencia en los diversos campos, que además podrían recibir una contraprestación económica que no les vendría nada mal? En donde yo suelo desayunar, llegó un piquete informativo, desayunó, y cuando terminaron, le dijeron al camarero: «Ahora ya puedes cerrar, y cierra, porque, si no, vas a tener problemas». Les contestó: «Prefiero esperaros a merendar luego». Así son estos nuevos ricos de la izquierda subvencionada, que no saben lo que es dar golpe y que tampoco saben perder unas elecciones, y tratan de ganar suciamente lo que limpiamente son incapaces de ganar.