Navidades en el Price: reinvención acrobática sin referencias a la Navidad - Alfa y Omega

Los jóvenes Maya (qué bien toca el saxofón) y Darío nos proponen un viaje de aventuras en busca de un tesoro perdido. Pero su principal cometido es rescatar a Ben, un preadolescente tímido e independiente que vive sometido a la voluntad de los videojuegos. Rescatarlo, también, de las garras de un bandido que lo ha apresado por capricho. Con ellos cruzaremos desiertos, remontaremos vuelo o bucearemos en la inmensidad del mar, acompañados de seres fantásticos que le pondrán alas a nuestra imaginación.

A partir de una puesta en escena dinámica, en la que abunda la música electrónica en detrimento de la clásica que suena muchísimo menos, y ambientada en una atmósfera de tono vanguardista, Navidades en el Price arranca con personalidad propia y determinación. Sus dos protagonistas van apareciendo de un libro gigante, a un lateral del escenario, llamado Libro de la imaginación, con idea de que su amigo Ben desconecte de su mundo interno, que lo tiene absorbido por las nuevas tecnologías, porque si no se convertirá en un ser mecánico, sin ideas ni creatividad propias porque «tiene la imaginación dormida».

Este argumento, en apariencia pueril, es sin embargo la entraña sobre la que se asienta buena parte de la cultura contemporánea, y que critica abiertamente el espectáculo, en la que todo se hace y deshace de inmediato de modo mecánico, en la que el pensamiento independiente ha quedado anulado a favor de otros instrumentos audiovisuales, que en lugar de integrar al individuo en su historia, lo aíslan y lo dejan en muy mal lugar, en este caso al preadolescente Ben. Y desde ese punto de vista, Navidades en el Price disecciona el asunto con brillantez.

Así pues, a través de esta excusa narrativa, se da paso a los vibrantes y arriesgados números que irán amenizando la velada sus jóvenes cincuenta acróbatas: una fabulosa mezcla de estrellas consagradas y talentos por descubrir. Una fusión de belleza, sorpresa y humor para compartir en familia. Aunque, eso sí, sin una sola referencia directa a la Navidad, salvo durante el descanso cuando sonó el Jingle Bells, del estadounidense James Pierpoint, que aunque popularmente se ha vinculado con la fiesta, el tema principal que desarrolla tiene que ver con las carreras de caballos.

Artísticamente, el espectáculo es multicultural. Desde China, la Troupe Acrobática Nacional realiza un complicado número de diábolos de vértigo —espectacular el diseño de vestuario de las artistas orientales con sus trenzados adornos dorados—, del Reino Unido llegan los malabares sincronizados de Gandini Juggling, que resultan sorprendentes —los bolos se iluminaban de varios colores mientras se lanzaban al aire entre las cuatro parejas de malabaristas con el circo en absoluto oscuro en una coreografía perfecta— y la belleza de la sirena Laura Miller deja al público impávido.

Podremos dejarnos llevar, también, por el vuelo poético de Omar Cortés y las asombrosas proezas con arena que fabricó con sus manos Felipe Mejías, proyectadas en una gran pantalla para deleite del respetable. Los brasileños Souza conquistarán las alturas —atención porque el número de estos jóvenes entraña mucho riesgo— mientras Anastasi y Mikhail de la troupe Bingo desplegarán la fuerza de sus juegos acrobáticos a nivel de suelo. Alba Sarraute, Benjamin Eugene y José Luis Redondo son los protagonistas.

Queda, pues, un entretenido espectáculo de casi dos horas dirigido a todos los públicos, muy disfrutable, desprovisto de elementos cómicos, pero visualmente impactante, que ha tenido que reinventarse y renunciar a los elementos clásicos del circo natural: equilibristas, manejo de los trapecios, tragafuegos, adiestradores de animales, etc., puesto que si no, no daría placer a niños y mayores. Y ya se sabe: renovarse o morir. ¡Lástima que en la carpa nadie gritó «¿Cómo están ustedes?»!

Navidades en el Price

★★★☆☆

Dirección:

Ronda de Atocha, 35

Metro:

Embajadores, Lavapiés, Atocha

REPRESENTACIÓN FINALIZADA