Nace la Mesa de Diálogo Interreligioso - Alfa y Omega

Nace la Mesa de Diálogo Interreligioso

La nueva estructura aspira a coordinar proyectos sociales conjuntos y también a trabajar en el ámbito de la sensibilización y del conocimiento mutuo. «La idea es que el diálogo no sea circunstancial, sino permanente»

José Calderero de Aldecoa
Omella, Benzaquén y Ajana en un encuentro interreligioso celebrado en la Fundación Pablo VI tras la COP26. Foto: Fundación Pablo VI .

Desde que la ONU declarara en diciembre de 2020 el 4 de febrero como Jornada Internacional de la Fraternidad Humana, a raíz de la firma del documento sobre la fraternidad humana entre el Papa Francisco y el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, la Conferencia Episcopal Española había querido emular en España el gesto de los dos líderes religiosos mundiales. El año pasado, sin embargo, «con la pandemia todavía activa, no nos dio tiempo a preparar nada. Era todo muy precipitado», explica Rafael Vázquez, director del Secretariado de la Subcomisión de Relaciones Interconfesionales de la CEE.

Ahora, con una menor incidencia del coronavirus y más tiempo, España por fin ha podido celebrar institucionalmente por primera vez esta jornada, que reunió el miércoles pasado al presidente de la CEE, el cardenal Juan José Omella; al nuncio, Bernardito Auza; al presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Benzaquém, y al secretario de la Comisión Islámica, Mohamed Ajana, así como a un nutrido grupo de embajadores y representantes de embajadas, entre los que se encontraban los de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Marruecos o Irán.

El objetivo de la jornada es doble. Por un lado, se trata de buscar un nuevo cauce de encuentro entre las religiones y que este sirva para implementar proyectos conjuntos. «Hasta ahora, a pesar de que hay una relación de amistad recíproca, hemos colaborado en cuestiones puntuales, en ámbitos como el de la ecología o para rechazar juntos, a través de un comunicado, la aprobación de la eutanasia», señala Vázquez. Por otro, con el acto celebrado en el edificio Sedes Sapientiae de la CEE se quiere dar ejemplo a la sociedad y mandar un mensaje de esperanza ante tanta fragmentación. «Entidades a las que se nos ha acusado históricamente de matarnos, hemos sido capaces de trabajar juntos a pesar de nuestras diferencias», subraya el también delegado de Ecumenismo de Málaga.

El reto de la calle

Atendiendo a ese primer objetivo, una de las propuestas más destacadas del encuentro fue la creación de una mesa de diálogo permanente entre las tres grandes religiones monoteístas. «La idea es que el diálogo no sea algo circunstancial, sino que se mantenga institucionalmente de forma continuada», explica el director del secretariado. Ahora la labor de las próximas semanas se centrará en desarrollar esta mesa, que aspira a coordinar proyectos conjuntos en cuestiones sociales y también a trabajar en el ámbito de la sensibilización y del conocimiento mutuo.

Uno de los retos que tiene por delante la nueva mesa de diálogo es trasladar a la calle ese buen clima que hay a nivel institucional. «Entre los files hay diálogo, pero también reticencias. Creo que sigue siendo muy necesario romper prejuicios», advierte Vázquez, quien sugiere como antídoto «preocuparse por conocerse los unos a los otros».

Donación de sangre conjunta

Mohamed Ajana, secretario de la Comisión Islámica de España, coincide con Vázquez en la necesidad de cuidar la relación a todos los niveles, «y más después de la pandemia. En los dos últimos años ha quedado demostrado que hay desafíos a los que no nos podemos enfrentar solos. Debemos cooperar sí o sí para salir adelante», asevera.

En este sentido, Ajana subraya dos gestos «muy interesantes» que se han producido durante este tiempo, que son «una muestra de lo que se está haciendo», pero que «desgraciadamente no sale en los medios de comunicación»: el reparto de alimentos junto a la Iglesia evangélica durante la crisis derivada por la pandemia, o también una donación de sangre conjunta realizada por fieles de distintos credos a través de la Asociación Amistad y Encuentro Interreligioso (AAEI). «Esta acción, el hecho de juntar nuestra sangre, tiene mucho poder simbólico. La sangre no conoce religión. Hay que convencerse de que la diversidad no es mala», concluye.