Mujeres de fe - Alfa y Omega

Mujeres de fe

Mª Cristina Tarrero Alcón
Margarita de Austria, atribuido a Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia y Juana de Austria por la pintora Sofonisba Anguissola

Grandes mujeres forman parte de nuestra historia, algunas realizaron una notable labor política y espiritual, vivieron en Madrid, pero su reconocimiento, en ocasiones, se debe a su filiación real y no a sus logros. Este es el caso de Juana de Austria, la emperatriz María o Margarita de la Cruz, entre otras. Juana de Austria había estado casada con Juan Manuel de Portugal, que falleció muy pronto, quedando en Portugal en muy mala posición. Se vio obligada a regresar a España donde su padre, Carlos V, le encomendó la regencia del país, labor que realizó con gran acierto. Tenía como confesor a Francisco de Borja quien, años antes, había estado al servicio de la corona y que tras la muerte de su esposa y una profunda conversión había ingresado en la Compañía de Jesús. Francisco la animó a la fundación del Monasterio de la Consolación, conocido como las Descalzas Reales. Juana tuvo una estrecha relación con la compañía y aunque no admitía mujeres, fue tanta su insistencia que, según cuentan sus biógrafos, ingresó bajo un nombre secreto, el de Mateo Sánchez.

La emperatriz María se había casado con el emperador Maximiliano, con el que tuvo 15 hijos, y volvió a la corte cuando quedó viuda. Vivió también en el monasterio, fue una gran mecenas, muy preocupada por el avance del protestantismo. En la ciudad, la Compañía de Jesús mantenía un pequeño colegio; ella, conocedora de la atención que los jesuitas otorgaban a la educación, les legó todos sus bienes con el fin de edificar un colegio, más tarde llamado Colegio Imperial, que hoy día es el Instituto San Isidro. Margarita de Austria, su hija, ingresó muy joven en el convento de las Descalzas Reales. Desde el principio insistió en su vocación religiosa y se negó a aceptar el matrimonio propuesto con su tío Felipe II, ya viudo. Fue muy influyente en la corte y, según su biógrafo, el padre Palma, una mujer virtuosa considerada santa. Entre sus muchas devociones promovió con insistencia la devoción a la Inmaculada Concepción. Mariana de Austria, abadesa del convento e hija ilegítima del cardenal Infante, fue promotora de su causa de beatificación, que no llegó a término. En su honor sor Ana Dorotea, su sobrina, encargó la capilla de la Virgen de Guadalupe. Sus virtudes llegaron a oídos de Quevedo quien escribió loas en su entierro.