Monseñor Paglia pide en España liberar la bioética de «reducciones y tópicos» - Alfa y Omega

Monseñor Paglia pide en España liberar la bioética de «reducciones y tópicos»

Es necesario «desarrollar una concepción holística de la vida humana» que vuelva a apasionar por el hombre a la sociedad actual. Monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, lo ha pedido al clausurar el I Congreso Mundial de Bioética. Este es el objetivo –ha añadido– de la relación más estrecha que busca el Papa Francisco entre la Pontificia Academia para la Vida, el Pontificio Instituto Juan Pablo II y el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida

María Martínez López
Monseñor Paglia. Foto: congresobioetica.com

Ante los nuevos desafíos de la bioética, igual o más importante que denunciar los ataques contra la vida es ofrecer una visión y atractiva sobre el ser humano y buscar aliados fuera del ámbito de la Iglesia. Lo ha afirmado este jueves monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, al clausurar en El Escorial (Madrid) el I Congreso Mundial de Bioética organizado por la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios.

«Hemos de oponernos, por supuesto, a los que debilitan o, peor aún, eliminan la vida humana, y a todo lo que atenta contra la dignidad de la persona», ha subrayado monseñor Paglia en su ponencia, titulada La Pontificia Academia para la Vida y los nuevos desafíos de la Bioética.

Pero antes de hablar de «batallas pendientes», hay que «participar en una construcción, o mejor en una reedificación de lo humano». La forma de lograrlo es «volver a aprender y dar testimonio del arte de encontrarse». «En vez de identificar a los enemigos, hemos de reconocer a los compañeros de ruta», implicando a todas las tradiciones culturales, éticas y religiosas que defiendan la verdad sobre la persona.

Tecnología que solo busca perfección y eficacia

El también presidente del Pontificio Consejo para la Familia ha puesto en el centro de los desafíos bioéticos actuales la irrupción de conocimientos científicos y medios técnicos que, por ejemplo, pueden «disolver el vínculo que une matrimonio –con su diferencia sexual–, familia y vida» y que es el «eje de la vida y de la sociedad». Hay quienes se preguntan –ha afirmado– «por qué no poner la reproducción totalmente en manos del individuo» en vez de «confiarla al azar e hipotecarla con una relación afectiva vinculante».

Pero el potencial de los avances tecnológicos en este momento de la historia va mucho más allá. «La búsqueda de la perfección funcional, definida desde el punto de vista de la eficiencia técnica –ha advertido monseñor Paglia–, pretende extenderse de forma global a la vida humana», interviniendo directamente en ella. Este paradigma se regiría por el dogma de que «la única verdad digna de fe es la vida que cada uno se puede fabricar por sus propios medios».

Se está implantando, por ejemplo, «una idea de medicina intervencionista» que, más allá de su vocación de curar, «pretende fortalecer las funciones del cuerpo humano y aumentar los estándares de eficiencia. Una medicina carísima y destinada solo a unos pocos», que generará una brecha cada vez mayor con quienes «ni siquiera pueden acceder a los servicios básicos». En paralelo, se da el desarrollo de la robótica y la tendencia a la integración del hombre en la máquina. Al final de estos procesos, se llega a prometer la inmortalidad.

El sentido de las reformas de Francisco

En este contexto, «¿tiene sentido mantener la referencia a una idea de naturaleza? ¿Cómo presentarla de forma que no sea meramente defensiva?», se ha preguntado el purpurado. Y ha respondido afirmando que «necesitamos urgentemente una nueva cultura» sobre el hombre.

La Iglesia tiene que liberar su discurso de «marcos reductores» y «tópicos, haciendo que nos volvamos a apasionar por el ser humano». Esta nueva mirada «debe mantener unidas la inmanencia y la trascendencia, el conocimiento y el misterio, el poder y la impotencia, los límites y las aspiraciones al infinito, la eficiencia y la misericordia».

Es necesario, además, «desarrollar una concepción holística de la vida humana, desde sus orígenes dentro de la relación generativa del hombre y de la mujer». Monseñor Paglia ha relacionado este objetivo con la decisión del Papa Francisco de «vincular más explícitamente la Pontificia Academia para la Vida, el Pontificio Instituto Juan Pablo II» –ambas instituciones a su cargo y en proceso de reforma– y el nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

La labor de estas tres instituciones también puede acabar confluyendo de alguna forma –ha aventurado Paglia– con el trabajo del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Un cambio que va más allá de lo externo y refleja «el horizonte antropológico» que el Papa pide a estas instituciones.

La verdadera perfección

El presidente de la Pontificia Academia para la Vida ha pedido «comprender –que no significa compartir– las contradicciones desgarradoras en las que vive el hombre contemporáneo», y que nos impulsan a ser hospital de campaña. Y ha concluido su intervención comparando el ideal de perfección tecnocéntrica con la perfección tal como la entiende la Iglesia, que «tiene como modelo la perfección de Dios revelada en Jesucristo. Imitando esta relación de amor y misericordia se puede ser más creativo en las formas de acogida, protección y cuidado para una sociedad realmente humana».

Sus palabras ponían punto y final a un encuentro que ha reunido en El Escorial (Madrid) a religiosos, profesionales sanitarios y expertos en bioética de diversos países, bajo el lema Hospitalidad, Bioética y Persona. Además de monseñor Paglia, han participado en el congreso el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y el hermano Jesús Etayo, superior general de los Hospitalarios, además de ponentes como la hermana Margarita Bofarull, Francesc Torralba, Manuel de los Reyes, Christian Felber, Sergio Benardinelli, Stefano Zamagni, Ernesto Burgio o Salvino Leone.

Durante cuatro días, los participantes han abordado temas como los cuidados paliativos y la limitación del esfuerzo terapéutico, la atención a las personas con discapacidad o enfermedad mental, la revolución en el campo de la genética, o las consecuencias de la crisis ambiental en la salud de las personas.