Monseñor Carlos Aguiar Retes: «Tenemos que aprovechar la fuerza del EMF»
Aunque monseñor Aguiar Retes, Presidente del episcopado de México, es un hombre de aspecto afable y hablar susurrante, sus ojos parecen proclamar a gritos lo que guarda dentro. Por eso, con su viva mirada y su voz serena afirma, para los lectores de Alfa y Omega, que, «si tenemos que volver a evangelizar casa por casa, lo haremos»
La primera pregunta es la obligada: ¿qué frutos debe dar este Encuentro Mundial de las Familias?
Primero, el desarrollo de una teología y de una antropología que influyan en la pastoral familiar, porque ésta, a su vez, debe estar presente, de forma transversal, en los diferentes ámbitos de la vida de la Iglesia. La pastoral familiar es una gran riqueza cuando se descubre, cuando los sacerdotes y los feligreses comprometidos la hacen suya. Los participantes del EMF se llevan la convicción del compromiso, es decir, se hacen multiplicadores, extienden su alegría y la conciencia de lo que han descubierto. Creo que ésta va a ser una fuerza tremenda para México, para América Latina y para todo el mundo. Tenemos que saber aprovechar esta fuerza.
¿Cómo se ve a España en América?
Con preocupación, con el respeto que nos merecen nuestras raíces y desde una buena relación fraterna, porque España es para nosotros punto de referencia.
Preocupación…, ¿por qué?
Por su situación social, religiosa y cultural. Esperamos que en algún momento pueda cambiar el rumbo, porque está olvidando los valores del Evangelio.
Hay quien dice que las políticas adoptadas en España tienen su reflejo inmediato en Hispanoamérica…
Indudablemente. Hispanoamérica ha visto que, desde su entrada en la UE, España ha mejorado su bienestar social y ha revolucionado su molde cultural. Esto también se refleja en nuestra legislación. Lo malo es que hay una conocida influencia política que, con plena intención, intenta desarrollar esa revolución cultural. El Gobierno que encabeza Zapatero está convencido de que el suyo es el camino que debe seguir la sociedad y de que por ahí debemos andar todos. Esto nos representa un gran desafío. Sin embargo, América Latina empieza a despertar. Unos países lo hacen de manera virulenta; otros, como México, con mayor serenidad. La Iglesia, que no sigue estrategias electorales ni se guía por complacencias sociales, está tomando conciencia de la importancia que tiene que, en este momento histórico, arraiguemos a la sociedad en sus convicciones de fe, para que esté mejor preparada para afrontar unos embates culturales que vienen por distintos caminos, pero que siguen la misma dirección.
¿Cuáles son los principales desafíos para la familia del siglo XXI?
Estamos viviendo un resquebrajamiento cultural. El modelo cultural, que había sido sostenido con raíces cristianas, aun sin serlo totalmente, se está rompiendo, y la familia lo sufre de lleno. Ella, que había sido aceptada, valorada y asimilada en la conducta social como la forma de ser para el hombre, está siendo menospreciada o modificada. Éste es el principal desafío para la sociedad: cómo en este complejo resquebrajamiento de la cultura, la familia puede mantenerse fiel a lo que ella misma es.
¿Y cómo se combate un desafío así?
En México, como en otros lugares, vivimos una gran desigualdad, y la mejor manera de afrontar los desafíos es desde la formación y la educación. Esto, desgraciadamente, aún no está al alcance de todos. Entre las clases medias sí tenemos posibilidad de influir positivamente en la formación de las personas. Pero las clases populares viven más una religiosidad popular que una fe fruto de la evangelización. Para defender la familia en este momento, tenemos que combatir la ignorancia, dar elementos formativos a los fieles y no quedarnos en la pura religiosidad popular.
¿Cómo puede la Iglesia contrarrestar las campañas en pro de la homosexualidad, el aborto o la promiscuidad?
Con una pastoral familiar vigorosa, cooperativa, que realmente llegue. Si tenemos que evangelizar barrio por barrio, y casa por casa, lo haremos. Tenemos que tocar. La respuesta de la gente es muy generosa, y eso es una esperanza, es una luz que se abre. La gente que va captando el mensaje de Cristo, el mensaje de la Iglesia, se fortalece. Es como una palmera: cuanto más fuertes son los vientos, más se endurecen sus raíces. Ahora, la Iglesia tiene que seguir creciendo en la atención a las familias, como ya lo está haciendo, incluso con las familias en situaciones irregulares…
¿Y qué le dice la Iglesia a las parejas en situaciones irregulares?
Lo primero, que tomen conciencia de que, por su situación irregular –divorcio, separación, abandono…–, no están excomulgadas de la Iglesia. Que sea una pareja irregular significa que no es el ideal que Dios ha pensado para ellos, pero no que no sean hijos de Dios. Estas parejas deben de redescubrir, desde el mayor conocimiento de la Palabra y las obras de caridad, que hay caminos para mantener la relación con Dios e intensificar el diálogo espiritual con Él.