Activista iraní en el exilio: «Me llegan mensajes con: “No nos rendimos”»
A pesar de la represión, Irán volvió a vivir el pasado sábado protestas un año después de la muerte de Mahsa Amini. Mina Khani, amenazada hasta en el exilio, cree que el movimiento Mujer, Vida, Libertad ha logrado cambios importantes
El sábado 16 se cumplió un año de la muerte de Mahsa Amini a manos de la Policía de la moral. ¿Qué noticias le han llegado de su país?
En las zonas kurdas fue fácil organizar huelgas. También hubo protestas esporádicas en Teherán, Arak, Rasht, Anzali, Hamedan, Lahijan. Hubo muchas detenciones, especialmente en Teherán ese día, y también detenciones selectivas de activistas y familiares de los asesinados. Me llegan muchos mensajes que dicen: «No nos rendimos».
¿Ha cambiado la sociedad iraní?
Los cambios son muy notables. Las mujeres no están dando marcha atrás en su lucha contra el uso obligatorio del velo. Y esta vez los hombres las apoyan claramente. Las minorías se han hecho más visibles. Los artistas hablan cada vez con más fuerza. Las personas mayores también se han vuelto más abiertas. La consigna se repite: no hay vuelta atrás.
87,6 millones
500 manifestantes asesinados desde el comienzo de las protestas hasta febrero
Sin embargo, no hay ningún indicio de que el Gobierno vaya a escuchar.
Irán nunca abandonará la obligatoriedad del hiyab, significaría el fin de este Estado. Es un componente ideológico significativo tanto para el régimen como para la ideología antiestadounidense. Por eso se sigue intentando detener esta lucha mediante militarización, detenciones, ejecuciones o ataques con gas en los colegios. También se han aprobado penas aún más severas por negarse a llevar velo. Amnistía Internacional informó en verano de que la Policía había escrito a más de un millón de iraníes advirtiéndoles de que las habían grabado al volante sin velo.
El movimiento Mujer, Vida, Libertad tiene la fuerza de una movilización espontánea, pero por eso mismo le falta un liderazgo visible. ¿Hasta qué punto están definidos sus objetivos?
Efectivamente, hay problemas para impulsar políticamente el movimiento. Principalmente porque el Estado no permite que se forme una oposición iraní: está encarcelada. Y la oposición de fuera tiene grandes dificultades para representar a este movimiento en su diversidad. En parte, es muy nacionalista y retrógrada. Pero hay mucho debate sobre esta cuestión en las redes sociales en farsi. Es un avance, porque reconocer el problema es parte importante de la solución. La oposición en el exterior debe actualizarse y tratar de representar a este movimiento.
¿Qué diferencia estas protestas de otras olas, también en el siglo XXI?
Su fuerza impulsora es una nueva generación, muy abierta, que no tiene nada que ver con la Revolución islámica de 1979 ni con el intento reformista de mi generación. Por primera vez todo el país reacciona ante un tema de derechos de las mujeres y de los kurdos. Esta generación tiene 18 años. Pronto será adulta y se implicará más políticamente. Indudablemente son el futuro.
- 1983: Nace en Teherán (Irán). «Siempre quise ser artista y escritora independiente», confiesa.
- 2003: Deja el país para estudiar en Alemania y «vivir en libertad. Pero luego no me sentí libre porque ni mi país ni mi familia lo eran».
- 2009: Las protestas del Movimiento Verde la animan a implicarse públicamente contra el régimen iraní.
¿Cómo se ve todo esto desde el exilio?
Ha sido un año duro, con experiencias muy bonitas pero también difíciles. La Oficina Federal para la Protección de la Constitución de Alemania y la Policía me alertaron de que estaba en el punto de mira del Estado iraní. Pero si la gente en Irán se juega la vida, también aquí tenemos que estar preparados para afrontar las consecuencias.
¿Ha hecho suficiente la comunidad internacional?
Los países occidentales han ofrecido poco apoyo y demasiado tarde. La UE no ha incluido a la Guardia Revolucionaria en su lista de organizaciones terroristas. No se expulsó a los embajadores iraníes. No está claro qué pasará con las negociaciones nucleares. Tenían que haber calificado al régimen de Teherán como un Estado terrorista y un régimen de apartheid de género. Otro problema es que esperaban una oposición cohesionada por parte de los iraníes. Esto no es posible porque hay mucha diversidad, desde la izquierda hasta la ultraderecha. Es tarea de los países occidentales valorar con quién se puede negociar y con quién no. No podían esperar que el resto de la oposición se aliara con los fascistas. Hubo presión para ello y llevó a que se formara una falsa alianza que no duró porque no había un consenso sobre democracia y derechos humanos. Occidente debería abordar la complejidad del país y buscar interlocutores democráticos.