Militares rezan por la paz a los 100 años de la Gran Guerra
Unos 300 militares españoles y sus familias peregrinaron al santuario de Nuestra Señora de Lourdes, el pasado fin de semana, para rezar por la paz junto a otros 12.000 peregrinos de 40 países. «Estos centinelas han pisado un lugar de sanación, en unos momentos de tantas divisiones en Europa y en el mundo», afirma monseñor Juan del Río, arzobispo castrense, que acompañó al grupo de españoles a un encuentro marcado por el centenario de la Primera Guerra Mundial y por las tensiones en Ucrania
El origen de este encuentro, en torno a la Virgen de Lourdes, se remonta a las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Los militares, enfrentados durante el conflicto, «al finalizar los combates y de forma espontánea, se dirigieron hasta el santuario francés para reconciliarse, confraternizar y rezar por la paz», señala don Francisco Olivares, capellán castrense, y uno de los encargados de la organización de la peregrinación desde España. Como encuentro organizado cada año, nació oficialmente en 1958. «Empezaron asistiendo militares de países como Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Suiza… y, posteriormente, se extendió al resto de países, especialmente a los del Este, que comenzaron a participar tras la caída de sus dictaduras», explica don Francisco. De hecho, este año, han acudido peregrinos de alrededor de 40 países, no sólo de Europa, sino de América, África y Oceanía, así como la misma Guardia Suiza Vaticana. «Lo más emotivo de la celebración de este año fue durante la recepción de países, cuando un soldado solo entró con la bandera de Ucrania», recuerda monseñor Juan del Río, arzobispo castrense, que acompañó a la delegación de 265 militares españoles.
«Este encuentro ha sido una bendición de Dios, una profunda vivencia religiosa», afirma el arzobispo castrense, recién llegado del viaje. «Ver a tantos jóvenes, de tantos países, compartir su fe, da testimonio de que la Iglesia es joven y de que dicha fe abre siempre horizontes», explica don Juan del Río. Además, esta vez, ha tenido un marco muy especial: el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, en un contexto en el que los sucesos en Ucrania ponen en peligro la permanencia de la paz conseguida cien años antes. Por eso, el lema elegido para este año es Servidores de Cristo y de la paz, ya que es un momento óptimo «para pedir, como centinelas de la paz que son, el don maravilloso de la paz, un don que sólo viene de lo Alto. El militar católico, y el militar de buena voluntad -el encuentro es para todos, para militares de diferentes confesiones, y también para no creyentes-, se siente llamado a ser constructor de dicha paz en medio de un mundo de tensiones, de intereses mezquinos, donde prima el capital, en una cultura del descarte donde se olvida la persona. Sirviendo a Cristo, servimos a la paz». afirma el arzobispo castrense.
También las conferencias y las peticiones de oración han estado muy dirigidas a este centenario de la Primera Guerra Mundial y a los que perdieron la vida en ella, ya que «el recuerdo de la Historia nos ayuda a evitar tragedias pasadas», añade don Juan.
La Virgen para los militares
«La Virgen para los militares es un centro de atención, de fe y de devoción», afirma don Francisco, uno de los capellanes que ha acompañado a la comitiva. Por eso, «la experiencia es muy intensa, porque comparten oración, conversaciones y tiempo con otros militares, de diversas partes del mundo, que se acercan a la Madre para implorar la paz», explica el capellán. Para los españoles, especialmente, la Virgen María es centro de la vida castrense. «Sólo hay que pensar que la Patrona del Ejército del Aire es la Virgen de Loreto; la Inmaculada, del Ejército de Infantería; y la Virgen del Carmen, la Patrona de los marinos», recuerda don Francisco.
Corrobora esta devoción mariana en el mundo castrense el teniente coronel del Ejército de Tierra don Enrique Piña, que lleva 21 años peregrinando hasta Lourdes y es miembro del equipo de logística a nivel internacional. «María es la madre para todos», señala el teniente coronel, y añade que esta peregrinación es un motivo de alegría, ya que «nos reencontramos con personas verdaderamente cristianas, a las que nos mueve el amor a la Virgen. Tanto jóvenes como mayores. Y estos cinco días de oración por todos los cristianos y por toda la familia militar hace que volvamos con las pilas cargadas».