Mártires y hermanos - Alfa y Omega

Si hay una palabra que han publicado repetidamente estos días los periódicos ha sido reconciliación. La ceremonia de beatificación de los 498 mártires del siglo XX en España, que tuvo lugar el domingo pasado en el Vaticano, dio pie, por ejemplo, a que La Razón encabezara su portada con la siguiente frase: El Papa califica a los nuevos beatos de impulsores de la reconciliación. Y dentro, en su editorial, titulado Mártires para la reconciliación, se puede leer: «El Papa presenta a los mártires como un ejemplo a seguir para todos, hombres y mujeres sin carné de partido, que antes de morir perdonaron a sus verdugos y rezaron por ellos. Y es que la Iglesia, lejos de dedicarse a desenterrar muertos y reabrir heridas, mira al pasado para aprender de él. Frente a la ley de la división y el rencor, son los mártires de la reconciliación y la esperanza». También el lunes, La Gaceta abrió con Ejemplo para la España secularizada, y en su interior recoge las palabra del cardenal Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos: «Los hombres de hoy necesitan testimonios».

El Mundo también salió el lunes con la palabra reconciliación: 498 mártires para la reconciliación, y el editorial La Iglesia mira hacia atrás sin ira. En el interior, reproduce el sentimiento de las familias que acudieron a Roma para la celebración: ¡Que nunca volvamos a sufrir esa guerra! ABC también recogió la voz de los familiares: No guardamos rencor, ya está superado; y dedicó al acontecimiento cinco páginas en su especial de los domingos, con el título: Mártires de ayer, ejemplo de mañana.

Ciudadanos del Cielo

También han sido numerosos los artículos de fondo publicados estos días. Monseñor Antonio Montero, arzobispo emérito de Badajoz y uno de los mayores especialistas en el estudio de los mártires durante la persecución religiosa en España de los años 30, escribe en ABC: «Leí en un autor que las guerras civiles duran 100 años, aviso de navegantes para que no avivemos ahora las brasas del enfrentamiento. Todas las víctimas de una guerra de hermanos se encuentran y abrazan en el más allá. De ellas nos llega una ferviente invitación al perdón y a la concordia, al par que una severa advertencia de que no se repita nunca su tragedia».

También en ABC, el escritor Juan Manuel de Prada afirma sobre los mártires que «sabemos que, en aquellas últimas horas, se dedicaron a confortar a sus compañeros de prisión, que caminaron hacia el patíbulo entonando cánticos de alabanza. Y sabemos que murieron invocando ese amor que los iba a poseer por toda la eternidad, reclamando que ese amor reinase también entre sus verdugos, reclamando que algún día pudiesen también ellos disfrutarlo en plenitud. Ahora son ciudadanos del cielo».

En La Gaceta, Ignacio Sánchez Cámara dice que «las beatificaciones de ayer no son un mero homenaje a quienes sufrieron, sino una invitación a reconocer el valor imperecedero de unas acciones, nacidas de un compromiso inquebrantable, que sólo pueden entenderse si se las reconoce como las obras sobrehumanas de la fe». Y, en el mismo diario, Ramón Pi escribe: «Quienes fomentan y defienden la peculiar memoria histórica parecen incapaces de comprender la clave exclusivamente religiosa de estas celebraciones; no entienden que se desarrollan con criterios enteramente distintos de los políticos, y prefieren exhibir su ignorancia antes que renunciar a atacar a la Iglesia. Ellos sabrán».