Los niños soldado «son obedientes y es fácil dominarlos» - Alfa y Omega

Los niños soldado «son obedientes y es fácil dominarlos»

Entre 1997 y 2010, los salesianos de Goma (RD Congo) rescataron a más de 25.000 chicos convertidos en «pequeños robots listos para matar». Ahora la ONU ha vuelto a pedirles ayuda

María Martínez López
Rodrigue viste como cualquier niño, pero es escolta del general Etienne Mbura. Foto: Alfons Rodríguez.

Cuando los niños soldado a los que ayudaba el salesiano Mario Pérez en la República Democrática del Congo le contaban cómo los habían adiestrado, «me quedaba sin palabras». A la mayoría los secuestraban en sus casas por la noche o cuando iban al colegio. «Les daban drogas y alcohol y les hacían hacer mucho ejercicio físico» con el estómago vacío. Luego les enseñaban a matar. La mayoría obedecía porque estaban drogados y además, «si no lo hacían no les daban comida». Al final, «eran como pequeños robots listos para matar».

Era la época de la Segunda Guerra del Congo, que comenzó en 1998 (un año después de que terminara la primera) y acabó en 2003. Miles de niños formaban parte tanto del Ejército como de los grupos rebeldes. En el centro Don Bosco Ngangi, en Goma, Mario y sus compañeros ayudaron a cambiar de vida a al menos a 25.000 muchachos entre 1997 y 2010. En 2009 ganaron el premio Los Niños Primero, del comité español de UNICEF.

Rodrigue ya no juega al fútbol

Cuando Rodrigue tenía 9 años, los guerrilleros de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda atacaron su aldea en la República Democrática del Congo. Varios entraron en su choza. Logró huir mientras mataban a su padre por intentar defender a su madre. Poco después él y su amigo Gloire, cuyo padre también fue asesinado, se unieron al Movimiento de Acción por el Cambio (MAC), otro grupo armado.

«Quiero matar al asesino de mi padre», explicó a los periodistas Xavier Aldekoa y Alfons Rodríguez, que los conocieron cuando tenían 13 años. Fan del Barça, Rodrigue explicaba que «ya no soy un niño» y por eso no puede jugar al fútbol. «Ahora debo ser un buen soldado». Rodrigue y Gloire son dos de los protagonistas de la exposición Indestructibles, que forma parte del proyecto del mismo nombre. Se puede visitar hasta este sábado en la sede de Misiones Salesianas.

Era muy difícil trabajar con ellos. Estaban tan acostumbrados a la violencia que «la primera semana» su respuesta a cualquier problema «era matar». Curiosamente, descubrieron que estar en contacto con los bebés huérfanos que los salesianos acogían en el mismo centro «hacía que estuvieran más tranquilos y se controlaran mejor». También era bueno para ellos contar lo que habían vivido, y hacer proyectos para el futuro.

Mientras, los educadores iban a sus aldeas, buscaban a sus familias y hablaban con los jefes locales para ver si aceptarían que volvieran. Les contaban que habían cambiado y se estaban formando para tener un trabajo. En siete de cada diez casos salía bien. Incluso si sus padres habían muerto, algún familiar se hacía cargo de ellos.

250.000 pequeños guerreros

«Las críticas que llegaron de todo el mundo», el trabajo de UNICEF y proyectos como Don Bosco Ngangi lograron que el número de niños soldado en este país se redujera bastante. De hecho, el centro de los salesianos se convirtió en una escuela de formación profesional. Pero el problema no desapareció del todo, ni en el Congo ni en el resto del mundo. Se cree que todavía hay 250.000 luchando en distintas guerras. Por ellos, este sábado se celebra el Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado.

En la zona de Goma, la guerra nunca acabó. Hoy en día existen unos 100 grupos armados, que luchan para dividir el país o para controlar las minas de oro y otros minerales y recursos naturales. En todos ellos hay niños soldado.

Don Bosco Ngangi tiene un internado para 70 chicos, algunos excombatientes. Foto: Misiones Salesianas.

El salesiano Domingo de la Hera, que sustituyó a Mario en Don Bosco Ngangi, cree que ahora hay menos secuestros. «Entran ellos en los grupos porque no tienen futuro» por la pobreza y la guerra. Piensan que siendo soldados les va a ir mejor y pueden conseguir dinero y poder. Y los jefes prefieren a los niños porque «son más obedientes y es fácil dominarlos». Pero los chicos pronto se decepcionan, porque los jefes los tratan mal y porque descubren el horror de la guerra. Algunos deciden escaparse.

Cuando no pueden volver a casa y terminan en las calles de Goma, muchos acuden al centro de acogida de los salesianos. Allí les ofrecen, por ejemplo, entrar en el internado de Don Bosco Ngangi para aprender un oficio. Además, el año pasado la misión de la ONU para el Congo, MONUSCO, pidió ayuda a este centro para organizar talleres exprés para 75 jóvenes excombatientes. Los más jóvenes tenían 17 años. Es decir, los habían reclutado de niños. Entre julio y octubre, aprendieron lo básico para ser carpinteros, albañiles o fontaneros. El responsable de MONUSCO, Fondong Julius, les dijo que «este centro debe ayudaros a reconciliaros con vosotros mismos, con vuestra familia y vuestra comunidad, para que cuando volváis seáis embajadores de paz».