Cinco ingredientes del Papa para el futuro de África: oración, comunidad, honestidad, perdón y servicio - Alfa y Omega

Cinco ingredientes del Papa para el futuro de África: oración, comunidad, honestidad, perdón y servicio

María Martínez López
Jóvenes bailan ante el Papa Francisco en el Estadio de los Mártires. Foto: CNS.

La imagen de los jóvenes y catequistas que abarrotaban el Estadio de los Mártires de Kinsasa y rezaban y bailaban con sus manos alzadas ha inspirado este jueves al Papa para ofrecerles cinco «ingredientes para el futuro», fáciles de recordar, como los dedos de una mano. «Todas las manos son similares, pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene unas manos iguales a las tuyas, por eso eres un tesoro único, irrepetible e incomparable. Nadie en la historia puede sustituirte», ha comenzado asegurándoles en el primer acto de su tercera jornada en el país. Y esta mano «puedes apretarla y cerrarla, y se vuelve un puño; o puedes abrirla y ponerla a disposición de Dios y de los demás».

1.- El pulgar, «más cercano al corazón», es la oración. «Nosotros solos no somos capaces», ha reconocido. Como un árbol, es necesario «enraizarse en la oración, que nos permite crecer cada día en profundidad, dar fruto y transformar la contaminación que respiramos en oxígeno vital». Esta oración tiene que ser «viva. No te dirijas a Jesús como a un ser lejano y distante al que hay que tenerle miedo, sino como al mejor de los amigos, que dio la vida por ti». Verlo en la cruz ayuda a comprender cuánto vale cada uno. «Y puedes confiarle tus propias cruces, tus temores, tus afanes […]. No tengas miedo de tomar entre las manos el crucifijo y apretarlo contra tu pecho, derramando tus lágrimas sobre Jesús». Pero al mismo tiempo hay que recordar que «ha vencido al mal, hizo de la cruz un puente hacia la resurrección». Para rezar, «grítale las esperanzas de tu corazón, confíale los secretos más íntimos de la vida: la persona que amas, las heridas que llevas dentro, los sueños que tienes en el corazón. Cuéntale acerca de tu barrio, de tus vecinos, de tus maestros y compañeros, de tus amigos y coetáneos; cuéntale de tu país». Esta oración de corazón «le permite intervenir, entrar en los pliegues de la vida».

2.- El índice, el que señala a los demás, es la comunidad. Aquí, el Santo Padre ha invitado a los jóvenes a no estropear su juventud con «la soledad y el asilamiento», que toman la forma de las redes sociales, que «no pueden sustituir la fuerza del grupo»; del consumo de drogas, o de los «falsos paraísos egoístas» que prometen el ocultismo y la brujería. Otra tentación es «señalar a alguien con el dedo, excluir a otro porque tenga un origen distinto». De los prejuicios, ha advertido, se puede caer en el odio, la violencia, y la guerra. «¿Has hablado alguna vez con las personas de los otros grupos?», ha cuestionado. «El camino que Dios nos indica para construir un mundo mejor pasa por el otro, por el conjunto, por la comunidad. Es hacer Iglesia, ampliar horizontes, ver en cada uno el propio prójimo».

3.- El dedo medio, el más grande, es un ingrediente fundamental: la honestidad. Eso significa «no dejarnos enredar en los lazos de la corrupción. El cristiano no puede más que ser honesto, de lo contrario traiciona su identidad». «No te dejes vencer por el mal, no se dejen manipular por los individuos o los grupos que buscan usarlos para mantener vuestro país en la espiral de la violencia y la inestabilidad, para poder así seguir controlándolo sin tener consideración por nadie». El Santo Padre ha apelado para ello a un «tesoro que nadie puede robarles. Es vuestra capacidad de decidir […]. Somos libres para elegir».

4.- El dedo anular representa el perdón. «En él se ponen los anillos nupciales». Pero también «es el dedo más débil, el que cuesta más trabajo levantar». Esto «nos recuerda que las grandes metas de la vida, el amor en primer lugar, pasan a través de la fragilidad, el esfuerzo y las dificultades». En medio de estas crisis, el perdón «es la fuerza que nos permite seguir adelante». No significa olvidar el pasado, «sino resignarse a que no se repite», aceptando que «nadie es perfecto y que no solo yo, sino todos tienen el derecho de empezar de nuevo». Por eso, la forma de aprender a perdonar es «dejándonos perdonar por Dios».

5.- El meñique, el dedo más pequeño, es el servicio. «Tú podrías decir, soy poca cosa y el bien que puedo hacer es una gota en el mar. Pero es precisamente la pequeñez, el hacerse pequeño, lo que atrae a Dios». Así, «el que sirve se hace pequeño. Como una semilla minúscula, parece que desaparece en la tierra y, sin embargo, da fruto». Así, el Pontífice ha animado a los jóvenes a preguntarse cada día «¿qué puedo hacer yo por los demás?». Ejemplo de ello son los catequistas, que «sirven cotidianamente a las comunidades de fe», a los que el Papa ha agradecido su labor. «Para muchas comunidades ustedes son vitales como el agua; háganlas crecer siempre con la limpidez de su oración y de su servicio».