Los «bichos raros» del mundo sanitario se reúnen en la UFV
Frente a la priorización tradicional de la técnica, el mundo sanitario avanza hacia la humanización del sistema. «Tiene un impacto positivo sobre la salud de las personas», afirma el médico Gabriel Heras
En 2013 Gabriel Heras dejó la medicina. Hasta entonces, ejercía como doctor en cuidados intensivos, pero aquel año decidió colgar el fonendoscopio. «Sentía que mi trabajo no tenía nada que ver con lo que me imaginaba cuando soñaba con ser médico, en cuanto a la relación con las personas y a cómo está montado el sistema», explica a Alfa y Omega. No fue una decisión fácil. «La recuerdo como una época de crisis, repleta de dificultades».
Todo cambió, sin embargo, cuando empezó a preguntarse por qué se tenía que ir él del sistema sanitario. Entonces «empecé a ilusionarme con la idea de intentar cambiarlo hacia un modelo que respetara a la gente». Con esta meta en el horizonte, Heras se puso a investigar y descubrió a «mucha gente trabajando en cosas relacionadas, pero que nadie había relacionado», rememora. Eran asuntos como la comunicación en el ámbito sanitario, la importancia del bienestar del paciente, la estructura de los hospitales o la espiritualidad del enfermo.
«Eran como los bichos raros de sus servicios porque se dedicaban a cosas que no eran solo técnicas», asegura Heras. Se puso en contacto con todos y, juntos, formaron un grupo de investigación. «Queríamos demostrar científicamente que todas estas acciones tienen un impacto positivo en la salud de las personas», confirma el hoy presidente de la Fundación Humanizando la Sanidad, que acaba de participar en el II Congreso Internacional sobre Acompañamiento en el Ámbito Sanitario. El encuentro fue organizado por la Universidad Francisco de Vitoria los días 6 y 7 de febrero. «No se trata solo de pasar más tiempo con la gente. No estamos hablando de un acompañamiento superficial. Nos referimos a poner a la persona en el centro, de impulsar una cosmovisión antropológica profunda» frente al «desdibujamiento del ser humano», resume Maleny Medina, directora del Instituto de Acompañamiento de la UFV.
El planteamiento coincide con una de las ideas expresadas por los obispos de la Subcomisión para la Acción Caritativa y Social de la CEE en su mensaje para la Jornada del Enfermo, que se celebró el pasado 11 de febrero. Ponen el foco en la figura del cuidador en sentido amplio. En su mensaje, los prelados invitan a enraizarse en Cristo para «ser instrumentos de esperanza, de alegría y consuelo para nuestros enfermos». Una labor que no se puede hacer, sostiene Maleny Medina, sin formación específica. «Nosotros, en la UFV, llevamos años impartiendo un programa de Humanidades Médicas. Pero los planes de estudio, por lo general, suelen priorizar la técnica. Lo que ocurre es que el paciente es mucho más que una cadera que operar». En el congreso «precisamente una de las ponentes decía: “Yo puedo saber mucho de cáncer, pero también es parte de mi trabajo darle la noticia al enfermo o a su familia y para eso nadie te prepara”».
Certificación AENOR
En realidad, sí existe formación en este ámbito. La Fundación Humanizando la Sanidad, por ejemplo, ha diseñado unos manuales de buenas prácticas para desarrollar un proceso de humanización en unidades médicas. «Adaptamos el contenido a las circunstancias concretas», explica Gabriel Heras. El proceso es el siguiente: «Hay un análisis previo, se realiza una autoevaluación de su situación y, a partir de ahí, se elabora un modelo de transformación». Una vez alcanzado el objetivo, hay una verificación del trabajo por parte de AENOR. «Es decir, alguien ajeno al sistema se planta un día en tu servicio para ver si lo que dices que haces, lo haces realmente y lo puedes demostrar. Cuando eso es así, se le pone el sello de que esa unidad está certificada en buenas prácticas en humanización».
En el campo de los cuidados intensivos de adultos hay ya certificadas en humanización 18 unidades situadas en siete países: España, México, Portugal, Costa Rica, Chile, Colombia y Reino Unido. «Al final se crea un círculo virtuoso que tiene beneficios para todos. Crece la satisfacción del usuario, baja el desgaste profesional —porque la gente recupera su vocación primigenia de ayudar a las personas— y los hospitales reducen costes porque se acorta la estancia hospitalaria», concluye Heras.
El Papa ha mostrado su agradecimiento a todo el personal del ámbito sanitario, a los que se refiere como «ángeles de esperanza». En estos términos se ha expresado Francisco en su mensaje para la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo. Asimismo, ha puesto en valor «los lugares donde se sufre», que «son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo». A modo de ejemplo, el Pontífice ha subrayado «¡cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor!». Por todo ello, tilda al personal sanitario en su conjunto como «mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos». Así, la enfermedad entonces «se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos».