La voz del silencio - Alfa y Omega

Garfunkel cantó el sonido del silencio. Sonaba, era ruidoso y molesto. Era desaparición de la voz, huida, incomunicación. Hay silencios hostiles, que incomodan porque son eso, pura materia sinsentido. El silencio molesta cuando es estruendo, cuando suena de manera impersonal, cuando su artificiosidad de neón diluye al Artífice.

Pero David Delgado ha querido hablarnos, no del sonido, sino de la voz del silencio: Tierna voz la del silencio (Vitruvio, 2022). La gracia del poema actúa cuando la vida interior del poeta abre espacios donde puede tomar aire el lector. Así alienta el aedo a su pueblo, porque su palabra sentida respira ahí donde todos se ahogaban. En algunos poemas de David me ha costado mucho entrar, y me ha sido imposible el acceso a otros. Sus tensiones no son las mías, porque le domina la exasperación en su experiencia del tiempo, como si quisiera vivirlo a la contra, como si la vida fuera otra cosa distinta del tiempo. Pero si sus sentimientos no han casado con los míos, sí lo ha hecho la voz de su silencio: es el oasis de cada poema, el descanso entre sus angustias.

Con razón agradece su ternura, porque en medio de aquellas agitaciones el silencio le da reposo. No solo es pausa que detiene la tensión, porque su silencio tiene voz. Entre palabras de dolor se asoma el silencio con su voz balsámica. Entonces el poeta la escucha, lo menta entre sus dolores, le da espacio, y así dice lo que el mucho hablar no alcanza a decir. Y encuentra sosiego. Porque el silencio comparece junto a la muerte o el olvido, de modo que en la muerte y en el olvido aún se escucha otra voz. Hay dolor, pero no abandono. A veces su voz es gemido o anhelo, e incluso «finge ser noche», porque augura aún algo más. Es abrigo frente al resquemor, vergel y recodo, «refugio de poetas en lugares inquietos», porque auspicia otra senda «donde la imaginación sucumbe». También los recuerdos «gritan sin voz en silencio» y hoy «son aliento». El silencio es lo que el poeta no puede decir, pero pretende escuchar en cada una de sus palabras: es el «resplandor» que resta cuando «la oscuridad impera». El silencio es la voz que se escucha cuando ya se ha escuchado todo lo que la palabra dice y aún queda más —mucho más—, y la palabra siempre lo supo, porque la palabra tomó su voz del silencio. El silencio es lo que la palabra dice al callar.