El misterio de amarte - Alfa y Omega

La biodiversidad es mayor en los cursos prematrimoniales que en toda Oceanía. El último exotismo vino de la mano de Lucía: había decidido casarse con un cantante llamado Lucas Bun. Un cantante auténtico tiene sus cosas. Tiene gustos extraños para la bebida y una estética extravagante. Pero, sobre todo, tiene sus canciones. Un artista se expresa mejor con su arte. Lo cual me obliga a comprenderle no desde lo que dice, sino desde lo que canta.

El otro día defendía que el amor no podía ser para siempre y exclusivo. Debatimos. A mí no me escandaliza discutirlo todo de raíz, pero me incomodó aquella manera de hablar delante de su prometida. ¿No se disponía precisamente a casarse con ella para siempre? Sin embargo, Lucía estaba muy tranquila. «No se está explicando bien —me decía—; en sus canciones no dice eso».

Creo que pude entenderlo al escuchar Si te pierdes conmigo. Es una canción angustiada por el paso del tiempo. «Mira cómo pasan las horas». Quiere detenerlo todo y alargar el instante presente. «Hoy», repite sin cesar; «hoy quiero quedarme contigo», «hoy quiero perderme, si te pierdes conmigo». Es como si la única manera de realizar su amor —«entregarme como tú no lo sabes»— fuera perderse, huir del tiempo y del mundo: «Nada importa cuando nos amamos». Porque, es cierto, el amor no encaja del todo en la historia, que quiere limitarlo. El amor pretende desbordarlo todo en un «hoy» inextinguible: «Le ganamos al tiempo, somos fuego en secreto». Porque todos estamos de paso, y aunque llegásemos a superar los problemas de la vida, después está la muerte. Pero, aunque conocemos nuestra fugacidad, nos dejamos seducir por la aspiración eterna del amor: «Por amor yo te sigo aunque estés de paso. […] No quiero perderme el misterio de amarte». Como si pudiéramos no perder lo que pasa.

Todo esto es absurdo, claro. Es un imposible; pero deja de serlo cuando cantamos. Porque el amor es un misterio y lo reducimos cuando lo razonamos. Pero la música y la oración nos permiten decir lo indecible y esperar lo inimaginable, contra toda esperanza. Y Lucas sabe cantarlo, aunque sea incapaz de imaginar cómo pueda su arte hacerse realidad. Y no puede dejar de cantarlo, contra sus propias ideas y su imaginación. Porque no puede dejar de desearlo. Quizá solo le haga falta aprender a rezarlo, para poder permitirse creer en lo que canta sin necesidad de perderse.