La violencia de género existe y la Iglesia reza por sus víctimas
La comisión diocesana que preparó los materiales para la vigilia del pasado lunes contra esta lacra tuvo que actualizarlos: el asesinato de una menor dejó sus cifras obsoletas
«Hay mujeres dentro de la Iglesia que están padeciendo violencia y muchas veces no las vemos». Por ello, aprovechando que la parroquia es uno de los pocos lugares a los que algunas pueden ir, hay que salir allí a su encuentro. Así lo asegura en conversación con Alfa y Omega Aurora Álvarez. Es la responsable de la Comisión Diocesana por una Vida Libre de Violencias contra las Mujeres, un ente que el cardenal Carlos Osoro creó en 2017 y que su sucesor, el cardenal José Cobo, sigue impulsando. Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Álvarez participó el pasado lunes junto a otros miembros de la comisión en una vigilia de oración, que presidió el obispo auxiliar Vicente Martín en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva. «El Señor os quiere y os sueña libres y en plena dignidad, ¡no os dejéis arrebatar la esperanza!», les dijo en su homilía, en la que recalcó que defender a la mujer —empezando por su derecho a la vida— «no es ideología». «Quienes se comprometen a proteger a las personas víctimas de la violencia son las manos de una Iglesia acogedora y transmisora de buena noticia», reivindicó.
Es una tarea que la comisión se toma muy en serio y que ya materializó el año pasado con la elaboración en torno a este mismo día internacional de la guía Por una vida libre de violencias contra las mujeres, que presentó el propio cardenal Cobo junto a sus autoras emplazando a que todas las parroquias la utilizaran. La antigua responsable de la comisión, Julia Almansa, la sintetizó alegando que «la mejor manera de abordar la violencia contra las mujeres es escuchándolas».
Hay resistencias con el término
A raíz de publicar la guía, las integrantes de la comisión están impartiendo charlas. Las más recientes fueron en octubre en la Escuela Diocesana de Formación Social en las vicarías I y VIII. Álvarez detalla que durante todo este año «hemos tenido contacto con víctimas» que acudieron a ellas «demandando esta formación». «La sensación es buena, la gente se interesa y es novedoso que esto suceda en el marco de la Iglesia», opina; aunque no niega que a veces ha tenido que sortear las barreras de algunos fieles que miraban su labor con recelo.
Sin embargo, con 38 mujeres asesinadas en lo que va de año —y 1.333 desde 2003, cuando comenzaron a contabilizarse de manera oficial— «las cifras son tan contundentes que son difíciles de contestar cuando alguien se aferra a que no existe esta violencia». Igualmente, revela que «notamos una reticencia al término “violencia de género”», pues existen personas que lo identifican como algo puramente ideológico. Pero ella asegura que «con sensibilización y pedagogía estamos viendo que en las parroquias se comprende».
Hipervigilancia entre jóvenes
Aurora Álvarez advierte de una verdad incómoda: hay una generación de adolescentes que, tras haber crecido en pleno apogeo del movimiento feminista, lo considera como cierta suerte de imposición. «Nosotras tenemos en torno a los 60 años, somos una generación que hemos tenido que luchar por nuestros derechos y contemplamos con estupor que se niegue la violencia de género», confiesa.
No llega a valorar tal tendencia como «un retroceso» pero sí alerta de que cada vez «nos llegan más casos entre parejas de adolescentes», en los que ellos «les controlan el móvil y la forma de vestir». Denuncia tajante que «es el inicio de una violencia que puede ir más allá». De hecho, subraya compungida que, durante las semanas en las que ella y el resto de miembros de la comisión estaban organizando la vigilia de oración, se produjo en España el asesinato de una menor y tuvieron que actualizar los materiales.
Sobre la vigilia del lunes, Aurora Álvarez detalla que comenzó con «una pequeña oración en la que leímos los nombres de las mujeres» asesinadas este 2025 y se repasaron pasajes bíblicos que subrayan la igualdad entre hombres y mujeres, como aquel «varón y mujer los creó» que aparece en el Génesis. Finalmente, se leyó un decálogo titulado Porque la comunidad salva para quien se pregunté qué tiene en su mano hacer.
- Generar en las comunidades un clima de confianza para que cada mujer pueda encontrar apoyo.
- No ser cómplices de ninguna forma de violencia ni encubrir ninguna de sus manifestaciones.
- Trabajar desde la pastoral familiar para que sea espacio de escucha.
- Establecer protocolos de atención y acompañamiento a mujeres en riesgo.
- En las ciencias sociales hay conocimientos ya consolidados. Hacérselos llegar a las comunidades para sensibilizarlas.
- Enriquecer la formación bíblica para incluir la mirada de las mujeres en la interpretación de la Palabra.
- Cultivar la compasión para transformar la violencia de género y las injusticias en relaciones fraternas a la luz del Evangelio.
- Crear conciencia sobre la lacra social que es la violencia contra las mujeres introduciendo en la liturgia días señalados que la visibilicen.
- Rescatar de la tradición imágenes sobre Dios que sean inclusivas.
- Eliminar lenguajes excluyentes y no cerrar los ojos ante la violencia dentro de la Iglesia.