La vida y nada más. Padre ausente, madre presente - Alfa y Omega

La vida y nada más. Padre ausente, madre presente

Juan Orellana
Escena de 'La vida y nada más'
Andrew, junto a su madre Regina, la protagonista del filme. Foto: ABC

Llega a nuestras pantallas la película que obtuvo el premio católico SIGNIS y el premio FIPRESCI en el último Festival de San Sebastián, y que también ganó el premio Abycine Indie 2017 en el Festival de Albacete. Se trata de un largometraje español, coproducido en Estados Unidos y rodado íntegramente en Florida, en inglés y con actores norteamericanos. Lo dirige el madrileño Antonio Méndez Esparza, afincado en América, y lo coproduce con su partner en Madrid, Pedro Hernández Santos.

Estamos ante una película que en los 60 habría sido catalogada de cinema verité, aunque su director declara sentirse deudor del neorrealismo italiano. En cualquier caso, hablamos de un filme de carácter social, realista, que nos introduce en la vida de una familia obrera de Florida. Se trata de una familia afroamericana formada por Regina, madre soltera que tiene a su pareja en la cárcel, su hija pequeña (hija de la actriz en la vida real), y su hijo adolescente, Andrew, que está metido en bandas de delincuencia y drogas. El argumento nos cuenta los esfuerzos que hace Regina para evitar que su hijo, que ya tiene antecedentes penales, acabe preso en un reformatorio.

Esta historia, en apariencia sencilla, e incluso trillada, es el vehículo para que Antonio Méndez nos ponga delante de un abanico de cuestiones relevantes, entre las que destaca la de la paternidad ausente. Andrew lleva como una losa la falta de referencias, la ausencia de una figura paterna de autoridad. Regina tiene que hacer de padre y de madre, lo cual, además de no llegar a funcionar del todo, le supone una crispación continua. Detrás de la fragilidad, la confusión y las equivocaciones de Andrew, subyace la búsqueda de un padre, el cual le manda señales desde la prisión a través de cartas.

La vida y nada más es de una autenticidad total, no hay en ella nada peliculero, todo es fresco, sin impostación, verdadero. El precio que hay que pagar es mucha cotidianidad, muchas escenas en las que aparentemente no pasa nada, pero en las en que en realidad pasa mucho: pasa la vida. Quizás tiene un defecto narrativo relacionado con el punto de vista. Se supone que la película empieza pegada al punto de vista de Andrew el cual, de repente, desaparece durante un largo lapso de tiempo, dejando el protagonismo a su madre, hasta que reaparece intermitentemente hasta recuperar su papel.

El hecho de que los actores no sean profesionales, la improvisación deliberada en los rodajes, y el inmenso respeto de la cámara hacia los personajes, convergen en una puesta en escena impactante, directa, creíble, contundente. En coherencia con todo lo dicho, no estamos ante una película de moralejas o de finales redondos y hollywoodienses. Y sin embargo es una película de final feliz, no porque todo se resuelva, sino porque los conflictos quedan en disposición de resolverse. Si los personajes hacen lo correcto. Pero eso ya no sale en la película. Como la vida misma. Siempre en construcción.

La vida y nada más
Director:

Antonio Méndez Esparza

País:

España

Año:

2017

Género:

Drama

Público:

+12 años

Cartel de 'La vida y nada más'