La Vida más grande - Alfa y Omega

La Vida más grande

Alfa y Omega

«Os habéis puesto en marcha desde todos los países de Europa, desde todos los continentes. Algunos habéis venido a pie, como los antiguos peregrinos; otros en bicicleta, en barco, en autobús, en avión… Habéis venido para redescubrir aquí, en Santiago, las raíces de nuestra fe, para comprometeros, con corazón generoso, en la nueva evangelización, en el umbral ya del tercer milenio»: son palabras de Juan Pablo II a los jóvenes durante la vigilia de la IV Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Santiago de Compostela en 1989, que sin duda marcó a las JMJ como verdadero camino de peregrinación, para que los jóvenes, profundamente arraigados en la fe, y con ellos la Iglesia entera, alcancen la meta infinita que anhela todo corazón humano: esa vida más grande de la que acaba de hablarnos Benedicto XVI en su mensaje a los jóvenes para la segunda JMJ en España, la de Madrid 2011.

El camino de peregrinación no está siendo fácil, pero el ardor del corazón de quienes se acercan y siguen a Cristo no ha dejado de crecer. Justamente porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida, como anunciaba aquella IV JMJ compostelana. En la primera, de 1986, celebrada el Domingo de Ramos en Roma, tras la gozosa experiencia del inicio de la Semana Santa en los dos años anteriores: el Jubileo de los jóvenes en el Año de la Redención y la celebración del Año Internacional de la Juventud, ya Juan Pablo II lanzaba el mismo mensaje de Cristo a los fariseos que le pedían que hiciera callar, aquel primer Domingo de Ramos en Jerusalén, a sus discípulos que lo aclamaban en su entrada triunfal: «Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras». Y añadía el Papa que el mismo Jesús «se verá obligado al silencio de la muerte; lo bajarán de la cruz, lo depositarán en un sepulcro, pondrán una piedra a la entrada del mismo y sellarán la piedra. Sin embargo, tres días más tarde esta piedra será removida, ¡y gritará, cuando todos callen!». Ese grito que proclama el Misterio Pascual de Jesucristo «lo recogerán las mujeres y los apóstoles, que lo llevarán con sus labios por las calles de Jerusalén, y más adelante por los caminos del mundo de entonces. Y así, a través de las generaciones, gritarán las piedras».

Este grito no ha dejado de inflamar el corazón de los jóvenes que no quieren dejarse arrancar su deseo de infinito, de «ir más allá», en busca de «una vida más grande». Lo dice Benedicto XVI en su mensaje para la próxima JMJ de Madrid 2011, y se pregunta a continuación: «¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No —responde el Papa—, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su huella». Las JMJ, una tras otra, no han dejado de impulsar en los jóvenes, y con ellos en toda la Iglesia, este deseo de Dios, que no podemos dejar que se apague, y por eso, «ahora, en un momento en que Europa tiene que volver a encontrar sus raíces cristianas, hemos fijado nuestro encuentro en Madrid, con el lema: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe», porque «es vital tener raíces y bases sólidas», y fuera de la roca que es Cristo, ¿quién se sostiene?

La respuesta está a la vista de todos: el mundo, en efecto, «se convierte en un infierno, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza. En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor». ¡La vida más grande! Sí, lo subraya el Papa, porque, «cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud». He ahí la raíz de Europa que nos pedía avivar Juan Pablo II, en la catedral de Santiago de Compostela, al final de su primer viaje a España: «Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes… Los demás continentes te miran y esperan también de ti la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: Lo puedo». ¡Qué bien ha cogido el testigo su sucesor, que nos lanza ese mismo grito de una vida más grande! Como un verdadero eco que hoy resuena con mayor fuerza si cabe, Benedicto XVI nos convoca a estar arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, y nos dice: «También yo, como sucesor del apóstol Pedro, deseo confirmaros en la fe», es decir, ofreceros la Vida más grande.