La vida de Abel - Alfa y Omega

La doctrina social de la Iglesia (DSI) no es discrecional para un católico, aunque, por alguna razón, creamos que lo que el magisterio social de la Iglesia enseña no es de debido cumplimiento. Quizás se deba a que la DSI es desconocida, o a que sigue subsistiendo la idea de que no pasa de ser una buenista declaración de intenciones. Nada más lejos de la realidad. En la DSI no hay soluciones fáciles a problemas difíciles; de hecho, es problemática en la medida en que interpela las conciencias. Es como la voz de Dios preguntando a Caín: «¿Dónde está tu hermano?».

La fraternidad que deriva de nuestra común filiación divina exige que la vida social sea más humana y mas justa. He ahí la razón primera de nuestro deber cristiano de hacernos cargo de la vida de los otros. Porque sí, sí somos responsables de la vida de Abel. No importa cuál sea su color de piel, la edad que tenga o dónde haya nacido, cuáles sean sus talentos, riquezas o capacidades. Toda persona tiene derecho a una vida digna que debe desplegarse aquí y ahora, porque el plan salvífico de Dios para cada ser humano no comienza en el más allá, sino en el más acá.

Pareciera que recordar cuestiones como la fraternidad universal o el amor universal, como hace Fratelli tutti, sea innecesario porque ya nos sabemos el ABC de la doctrina cristiana. Y, sin embargo, de repente irrumpen en nuestras pantallas miles de ciudadanos instrumentalizados por un Gobierno sin escrúpulos y el fundamento de nuestra dignidad pierde todo significado.

Cuando el prójimo es un migrante, dice Fratelli tutti que se agregan desafíos complejos. Tan complejos, diría yo, que logran desafiar nuestra fe. Y esto, hasta el punto de obligarnos a pensar seriamente si vemos, o no vemos, en el forastero el rostro de Cristo. Lejos de creer que el Papa no dice más de lo que ya sabemos, la Iglesia entera tendrá que reforzar más «el sentido social de nuestra existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos». Las migraciones ya son determinantes, ahora solo queda saber si las asumiremos fraternal y responsablemente.