He aquí al maestro. Con permiso de las figuras retóricas que adornan el pensamiento y la acción, y sin el más mínimo pudor ni sonrojo, constato que el profesor Llano Cifuentes es hoy uno de los referentes más sólidos y creativos del pensamiento que se hace en España. Un intelectual de primera, por tanto, en un predio cultural devastado por la frivolidad y por la incapacidad de comprender y de distinguir entre el brillo y el resplandor. ¿Por qué el profesor Llano no cuenta, en este momento, con una tribuna habitual de referencia en un periódico diario de tirada nacional? Tan incomprensible es esta ausencia de la plaza pública y publicada como algunas de las presencias que alientan por doquier los miembros del statu quo cultural, incluso eclesiástico. ¿Acaso porque el profesor Llano es un pensador que no se somete a los dictados de lo políticamente correcto, ni se expone a las dependencias del poder, sea cual sea su nombre? La Filosofía y la comprensión católica de la existencia, del pensar, se enorgullece de contar entre sus filas a un catedrático de filosofía, formado en las más prestigiosas universidades alemanas y norteamericanas, con un currículo docente y de gestión académica envidiable; pero, sobre todo, a un maestro que rezuma de la sabiduría clásica y moderna que necesitamos.
He aquí el libro. Este último trabajo no es sólo un fino y profundo análisis de la relación entre deseo y amor, de la fenomenología del deseo y de la fenomenología del amor. Este libro es una propuesta antropológica, y por ende cultural, al tiempo que un diagnóstico de nuestro tiempo. El magisterio de nuestro autor se ejerce no sólo a través de una arquitectura de comprensión de las tesis que va desgranando a lo largo del libro. También se muestra su magisterio en la claridad de exposición, esa cortesía del auténtico pensamiento y de los críticos guiños más que certeros a los dogmas de nuestro sistema social. En la propuesta de verdad, de esa verdad que tiene no fáciles sustitutivos, el maestro Llano se ha acompañado, en esta ocasión, de un interlocutor nada fácil, Marcel Proust, con quien mantiene un diálogo de fondo, ofreciendo así uno de los más finos análisis de esa magna obra literaria que es En busca del tiempo perdido. Y por eso puede escribir como lo hace sobre el ansia y la sed, la imposible satisfacción, la conversión, las tribulaciones del amor, los secretos del deseo, los celos, el deseo mimético, la gramática del otro, la ausencia, la imaginación, la fidelidad, el amor y la literatura, o la verdad del amor. No en vano, la filosofía tiene nombre de amor y aborda relatos y narraciones de deseos, de amores y de desamores. El amor es el misterio de la vida. Y, como escribía san Gregorio Magno, «Dios es amor. Por consiguiente, quien con toda el alma desea a Dios, ya tiene de hecho a quien ame». Sorprende que, en el camino paralelo de las notas a pie de página, el lector se encuentre con nombres que no se esperaba. Y esto es siempre síntoma de frescura. Platón Aristóteles, san Agustín, santo Tomás de Aquino, Kant, Heidegger, Arent, Ortega y Gasset, Spaemann, MacIntyre, Girard o Inciarte son previsibles. No lo son Deleuze, Guattari, Foucault, Nussbaum, Lévinas, Lessing, Yehoshúa, Grimaldi o Bataille, entre otros muchos. Gracias, maestro.
Alejandro Llano
Ediciones Encuentro
2013
200
16,00 €