De Pedro Muñoz Seca sabemos que fue el inventor del astracán, un género cómico menor que busca hacer reír a toda costa. También que perteneció a la llamada Generación del 14 o Novecentismo, y que fue considerado por muchos el «fénix de los ingenios del siglo XX». No resulta extraño entonces que la Sala Guirau del Teatro Fernando Fernán Gómez rescate este título, la cuarta pieza más representada de todos los tiempos en España, para asistir a la resurrección de la caricatura de la tragedia.
Ambientada en la España medieval, la historia habla de Don Mendo, un noble pobre enamorado de Magdalena con la que mantiene relaciones en secreto. Esta a su vez va a casarse con un privado del Rey, Don Pero, quien en un primer momento desconfía de su prometida. Para salvar su honor, Don Mendo se autoinculpa de un robo en casa de Magdalena y por ello será condenado a muerte. Gracias a la ayuda de un buen amigo suyo, Don Mendo consigue escapar y será entonces cuando comienza a preparar su venganza.
Jesús Castejón, el director de la obra, hará del verso el mejor aliado en busca de la risa. De la mano de Ángel Ruiz como Don Mendo o de Marcelo Casas, el Abad, entre otros, la pieza será un derroche de dinamismo donde el retruécano y el absurdo se colarán dentro y fuera de bambalinas. Es fácil asistir al éxito de la pieza gracias a la deformación cómica del lenguaje y al paseo sobre el escenario de muchos de los metros del verso que se aparean en ocasiones con el ripio. Resulta agradable al oído tanta rima en calidad de parodia siempre con ese trasfondo de drama histórico, por qué no decirlo también. Muñoz Seca sabía lo que hacía cuando apostaba por golpe de humor tras golpe de humor partiendo siempre de la crítica.
No olviden que es un drama, mejor dicho, una tragedia. De ahí que los tintes macabros y del destino se asomarán con regocijo sobre el escenario. Lo que sucede es que les llevará a la risa amable, que no carcajada, los juegos de palabras y el buen hacer de los grandes actores cómicos que la reviven, casi cien años después, sobre las tablas en la escena madrileña.
Vale la pena degustar esta obra de casi 120 minutos de duración que se pasa en un suspiro. Culpa de ello la tienen la musicalidad del verso, los decorados generosos y el buen hacer de la compañía y de Castejón detrás de los focos.
Vayan a ver la obra. Vayan a vivir la obra. Vaya a pensar la obra. Vayan, simplemente, para pasar un buen rato retrocediendo en el tiempo y resucitando uno de los pequeños grandes géneros de la comedia. ¿A quién no le apetece una tarde de sonrisas?
★★★★☆
Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa
Plaza de Colón, 4
Colón
Recoletos
Hasta el 2 de octubre