La venerada Santa Eulalia de Totana
Escondido entre naranjos y almendros, el santuario de Santa Eulalia de Mérida acoge desde el siglo XVII la devoción a la mártir en la localidad murciana de Totana
A los pies de Sierra Espuña, rodeado de huertos poblados de naranjos, limoneros y almendros, se encuentra el santuario de Santa Eulalia de Mérida. A siete kilómetros de la localidad murciana de Totana y a 40 de la capital, este complejo monástico medieval acoge la imagen de la patrona de la zona, cuya devoción comenzó en torno a 1644. «Las villas de Aledo y Totana pertenecían a una encomienda de la Orden de Santiago desde la Reconquista, cuando el rey Alfonso X el Sabio recuperó Murcia»; tierras que el rey donó a la orden y a su maestre, Pelay Pérez Correa, vinculado a la ciudad. «Fueron estos caballeros los que trajeron la devoción de la santa», explica Francisco Alegría, director del museo de la catedral de Murcia. Desde entonces, la edificación ha pasado por varias manos. Fue en el siglo XVI cuando comenzaron las obras que llevarían a conformar el santuario actual.
Uno de los grandes atractivos del templo es la imagen de Eulalia en su camarín y la cueva de debajo. Cuenta la tradición que en este lugar una paloma indicó a un pastor el lugar donde se tenía que construir la ermita para la devoción de la niña de 12 años que, durante la persecución de Diocleciano a los cristianos, se presentó ante un gobernador para dejar claro que ella no obedecería la prohibición de adorar a Dios. Motivo por el que la torturaron hasta la muerte. En esta cueva, tradicionalmente, los fieles han depositado sus exvotos.
Los otros reclamos de la santa de Totana son su artesonado de madera y sus pinturas murales, recientemente restauradas. El conjunto pictórico se debe al pintor Juan Ibáñez, que residió en Totana durante las primeras décadas del siglo XVII. «Al ser un templo cuidado por hermanos ermitaños mendicantes –llegaron a ser seis en el siglo XVIII–, la decoración recoge escenas de la vida de san Francisco de Asís y de santos franciscanos» explica Alegría. Además, «aparecen santos de gran devoción popular y escenas de la pasión de Cristo».
También «son muy interesantes las pinturas del coro, donde aparecen milagros obrados por santa Eulalia en esta ermita», y en el centro la Virgen del Carmen llevando las almas del purgatorio hasta las puertas del cielo. Al ser una santa mártir, la decoración del santuario recoge escenas de otras mujeres como ella, como es el caso de santa Catalina de Alejandría y santa Águeda, torturadas hasta la muerte.
Hasta los años 60, hombres de más de 50 años, solteros o viudos, formaban el grupo conocido como los hermanos de la santa. Ellos se ocupaban de cuidar y sostener el santuario, además de mantener la huerta y el entorno, y recoger las limosnas de los múltiples devotos de santa Eulalia. En la actualidad, estos hermanos realizan su misión durante la tradicional romería, que tiene lugar el 8 de diciembre. Esta fiesta se celebra desde el siglo XVII y, desde entonces, los vecinos y fieles de la Virgen comparten bailes y corros, cantos populares y gastronomía típica de la zona, con la mantellina –una especie de mistela– para combatir el frío.