El eremitorio rupestre excavado en roca - Alfa y Omega

El eremitorio rupestre excavado en roca

Joya del románico palentino, esta iglesia de Olleros de Pisuerga está considerada como el mejor conjunto eremítico rupestre de España

Cristina Sánchez Aguilar
Exterior de la iglesia de Olleros de Pisuerga
La iglesia se encuentra a pocos kilómetros de Aguilar de Campoo, a la margen derecha del río Pisuerga. Foto: Antonio Rubio.

Los monjes mozárabes que excavaron en la roca arenisca este inusual eremitorio en medio de la Castilla palentina «buscaban la simbiosis entre Dios, el hombre y la creación», asegura José Luis Calvo, delegado de Patrimonio de la diócesis de Palencia. «Además, era muy común en el siglo VIII —fecha de la que data la construcción inicial— utilizar las rocas como refugios naturales», añade.

santos niños Justo y Pastor
El eremitorio está dedicado a los santos niños Justo y Pastor, muy venerados por los cristianos mozárabes. Foto: Antonio Rubio.

Aunque desconocidos, hay otros ejemplos en la península ibérica de oratorios y ermitas acondicionados en cueva. «Pero esta iglesia en Olleros de Pisuerga, dedicada a los Santos Justo y Pastor, dos niños mártires hispano-romanos que fueron gran testimonio para los cristianos mozárabe —y que ha conservado el culto ininterrumpidamente— es el mejor conjunto eremítico rupestre de España» y la joya más peculiar del románico de Palencia.

Hasta este rincón, a la margen derecha del río Pisuerga y cerca de la conocida Aguilar de Campoo, llegaron en el siglo X desde el sur de la península unos cuantos monjes mozárabes que, «ante la conflictividad religiosa, política y social de la zona, huyeron de la persecución musulmana y se refugiaron en el norte, aportando estilos arquitectónicos, modas, liturgia y gastronomía a los territorios de la vieja sociedad hispano visigoda», afirma el delegado de Patrimonio. Una de estas aportaciones fue al templo visigótico que se encontraron ya excavado y que adaptaron según sus necesidades, formando celdas, un centro de culto e incluso un cementerio interior.

Interior de la Iglesia de Olleros de Pisuerga
Los monjes mozárabes adaptaron la excavación visigoda a sus necesidades, formando celdas y un cementerio interior. Foto: Antonio Rubio.

Ampliaciones durante siglos

La construcción presenta en su interior una planta de tipología habitual, con dos naves rectangulares y una cabecera con dos ábsides semicirculares, «referencia a la doble naturaleza divina y humana de Cristo», explica Calvo. Las naves se separan a través de un pilar cruciforme, que refiere a Cristo, y tres columnas, en alusión a la Santísima Trinidad, «dos de ellas colocadas en época posmedieval». La cabecera del templo está orientada al sur, «nada común en el arte cristiano, y forzada por las exigencias del terreno». La iglesia de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga tuvo a lo largo de los siglos sucesivas ampliaciones, hasta convertirse en templo parroquial. Las más importantes se realizaron en el siglo XII, época románica, y en el Renacimiento, en el siglo XVI.

Como dato curioso, en la zona en la que se encuentra la iglesia hay una torre-campanario del siglo XVII, construida encima de una roca y que en su base tiene una cueva. Aquí se cree que se encontraba el antiguo baptisterio. La cueva se utilizó para cocer las ollas de las que el pueblo toma nombre.

Interior de la Iglesia de Olleros de Pisuerga
El ara romana que hay bajo el Cristo fue encontrada en una casa del pueblo. Foto: Antonio Rubio.

Abel, el custodio de la llave

El eremitorio rupestre tiene una decoración escasa, «pero ahí radica su belleza», defiende Calvo. Este templo sigue estando abierto al culto –Abel, el dueño de un bar en Olleros, es el custodio de la llave del templo, que suele estar abierto sí o sí en temporada alta–, por lo que en uno de los altares de las naves se encuentra un retablo plateresco del siglo XVI con las imágenes de los dos santos que dan nombre a la edificación. En el otro altar destaca una talla de Cristo crucificado del siglo XVII, debajo de la cual se instaló un ara romana «que apareció en una casa del pueblo», y un púlpito de madera policromada. El templo fue encalado a finales del siglo XIX a causa de una epidemia de cólera y en 1952 fue eliminada esa capa, quedando a la vista la roca con las huellas de los picos con que se labró.

Quienes la han visitado recomiendan ir a verla al atardecer, momento en el que los últimos rayos de sol entran por la puerta y reflejan sus destellos dorados en la roca arenisca.

Además, para completar la visita, en el exterior se encuentra una necrópolis rupestre, con restos de sepulturas excavadas en la roca y una serie de cuevas o habitáculos, posiblemente prerrománicos, que se cree que tendrían ya un carácter sagrado antes de que llegasen los monjes mozárabes que habitaron la zona.