La UE tiene que mantener el apoyo a Ucrania - Alfa y Omega

La Administración Trump lo puede decir más alto, pero no más claro: Europa ya no es una prioridad. Las declaraciones del presidente, de su vicepresidente y de su secretario de Defensa en la Conferencia de Múnich y la exclusión de Ucrania y de la UE del inicio de conversaciones en Riad (Arabia Saudí) con el Gobierno ruso son una bofetada, cuyo eco está sonando en nuestros oídos reacios a entender que la alianza de 80 años con Estados Unidos se ha terminado. La Unión debe asumir que en la diplomacia transaccional del presidente Trump no hay sentimientos ni experiencias conjuntas, ni valores a compartir. Europa es concebida como un rival sistémico en el plano comercial y económico y una carga en el de seguridad que no está dispuesto a mantener.

En poco más de 30 días se ha hecho realidad su estrategia rupturista. La rapidez, así como quiénes y en qué foros lo han hecho, nos ha dejado noqueados y conmocionados. Europa pensaba que las amenazas nunca llegarían a ejecutarse. La responsabilidad de cómo y por qué hemos llegado a esta ruptura no es solo de Trump, sino también de los europeos. El continente, representado como Venus en una constelación en la que Marte ha pasado a la acción, ha creído como dogma que la unión entre ambos era inquebrantable. El dogma se basaba en que ambos planetas giraban en torno a los mismos valores y objetivos. Nuestra actitud naíf impidió ver los avisos anunciándonos que el idilio comenzaba a resquebrajarse: la imposición de aranceles y la exigencia a los Estados europeos de la OTAN de una inversión en defensa equivalente al 3 % del PIB.

En este segundo mandato de Trump ya no hay tiempo para lamerse las heridas. Europa y sus Estados deben reaccionar. Cuanto más tarde lo hagan más difícil será dar los pasos oportunos para alcanzar una autonomía propia. Entre los pasos a dar, sin lugar a dudas, está mantener el apoyo a Ucrania y a su pueblo cuando se cumplen tres años desde  la invasión rusa a gran escala, con la destrucción consiguiente. No podemos ser cómplices de la transacción que pretende Trump con Rusia. No somos peones que pueda sacrificar.

Europa no puede ni debe ser apartada de un proceso de negociación con Rusia. La voz europea debe ser escuchada en esas conversaciones de paz por varias razones. Primero, porque las concesiones que el presidente Trump está dispuesto a otorgar afectan a la integridad territorial del país atacado y, por ende, dejan la puerta abierta a que se mantenga un conflicto de baja intensidad por años y se generen otros —léase Moldavia—, a las puertas de la UE; sin menoscabar que tanto Ucrania como Moldavia son candidatos a la adhesión y, después de la cumbre del pasado lunes en Kiev, lo serán antes del 2030. La entrada de estos dos países en su estado actual de conflicto, con las ansias expansionistas rusas, generaría inestabilidad en el proyecto europeo.

Segundo, pues la UE y sus Estados miembro han aportado 134.000 millones a Ucrania, como el presidente Macron corrigió a Trump para malestar de este; lo que supone el 60 % de la ayuda recibida. Dentro de esta ayuda económica no se recoge que Europa ha sido el destino mayoritario de los diez millones de ucranianos que tuvieron que salir de su país; lo que demuestra la solidaridad europea frente a la estadounidense.

Tercero, debemos rechazar el argumento inconsistente de la imposibilidad de hablar con 27 voces. Para eso nos dotamos de la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad, Kaja Kallas, sucesora de Josep Borrell que, con el debido mandato del Consejo Europeo, puede expresar y defender los intereses de los Veintisiete, que coinciden con los de Ucrania.

En cuarto lugar, la UE debe reorientar todas sus capacidades para profundizar en una Europa de seguridad y defensa propia y autónoma. Ha llegado el momento de comunitarizar este ámbito, acompañado con una revisión de todos los fondos europeos actuales para enfocarlos hacia la industria de defensa propiamente europea.

Por último, estamos en los prolegómenos de una guerra comercial con Estados Unidos. Por lo tanto, debemos utilizar todos nuestros acuerdos comerciales para consolidar nuevas alianzas, entre otros, con Canadá, México y Mercosur. Estados Unidos durante los próximos cuatro años ya no es un aliado incondicional fiable ni parece compartir nuestros valores de defensa de las democracias liberales.