Las Cáritas grecocatólica y latina siguen colaborando en Ucrania
Para apoyarlas, Cáritas Española ya les ha enviado 10 millones de euros y tiene presupuestados otros 8 para el futuro
Cáritas Ucrania y Cáritas Spes —la primera de tradición bizantina y la segunda latina, pero ambas católicas— siguen trabajando juntas en Ucrania tres años después de la invasión del país por parte de Rusia. Desde 2022, han atendido a casi cinco millones de personas. Les han proporcionado comida, agua, alojamiento, kits de higiene, apoyo psicológico, servicios sanitarios y ayudas económicas directas.
Lo han hecho trabajando en red entre las dos entidades y en estrecho diálogo con parroquias, centros sociales, oficinas diocesanas y unidades de trabajo móviles. Esto ha permitido llegar a la población en los grandes núcleos urbanos, pero también en las comunidades rurales.
Según declaraciones de Carmen Gómez de Barreda, responsable de la campaña nacional Cáritas con Ucrania, «para este 2025, las prioridades de las Cáritas son continuar con la ayuda humanitaria en el este y sur del país». Se centrarán especialmente en los «procesos de reconstrucción temprana y desarrollo en el resto del país».
Aportación española
Desde el inicio de la ofensiva del régimen de Putin, Cáritas Española ha enviado más de 10,5 millones de euros a estas dos ramas de la misma solidaridad de la Iglesia católica. También ha asistido a los países fronterizos que están acogiendo a la población desplazada.
Para los próximos tres años, Cáritas Española ya tiene planeados proyectos de ocho millones de euros para responder la emergencia humanitaria y atender psicológicamente a los veteranos. También para apoyar a las personas con discapacidad y a las familias vulnerables. Y para fortalecer la vida de las parroquias e implementar programas ambiciosos contra la trata de personas.
Según Gómez de Barrada, este compromiso será fundamental para «fomentar la esperanza y la capacidad de recuperación de los millones de ucranianos afectados por esta crisis en curso». Algo especialmente necesario después de que, tras la destrucción de viviendas e infraestructuras, una gran parte de los habitantes sufran estrés postraumático, especialmente los niños.