La soledad de la isla
La mayoría de las ONG han abandonado los campos de refugiados de Lesbos. En el campo de Moria, donde todavía hay cerca de 4.000 personas que piden asilo, Mensajeros de la Paz y Remar son los únicos que permanecen. Allí, un matrimonio español y su hijo reparten 2.000 platos de arroz al día. «Que vaya el Papa es una alegría que no admite nombre», afirma el padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz
Juan Carlos y Pilar reparten en el campamento de Moria, en Lesbos, alrededor de 2.000 porciones de arroz y agua. Pese a lo espectacular de la cantidad, no es nada que no hayan hecho el día anterior o que no vayan a hacer mañana. El matrimonio, voluntario de las ONG Remar y Mensajeros de la Paz, lleva trabajando desde el principio de la explosión migratoria y ha conocido todos sus puntos calientes: «En octubre ya estábamos en Macedonia atendiendo a 4.000 personas diarias con nuestras cocinas ambulantes. En noviembre, en los campamentos de Atenas, dábamos comida caliente a otras 1.500 personas… Y el mes pasado estábamos repartiendo 800 desayunos diarios en el puerto griego de Pireo, donde además de comedor, en nuestra carpa tenemos una ludoteca», cuenta Pilar. «Hemos estado por toda la ruta de los Balcanes y el trabajo ha ido cambiando constantemente», añade su marido.
Desde que Mensajeros se alió con Remar para ayudar a aliviar el drama de los refugiados, los voluntarios de estas ONG han presenciado el caos en Hungría, han dado té caliente, sopa y ropa a los niños necesitados de gorros y bufandas en Presevo, han repartido fruta y bollería en la plaza de la Victoria de Atenas –ante el desbordamiento de refugiados procedentes de Lesbos que llegaban por centenas en los ferris cada día–, y ahora están dando botellas de agua y platos de arroz en el campo de Moria, con la camiseta remangada a causa del sol.
«Pasa el tiempo, pero las personas siguen siendo demasiadas», explica Juan Carlos. El Ejército reparte alrededor de 2.000 porciones de comida diarias; por eso, la respuesta cotidiana de Remar y Mensajeros de la Paz es encargarse de la otra mitad. El propio Ejército griego les pidió formalmente que se hicieran cargo. Los refugiados van pasando por turnos, de 15 en 15, y al equipo de Mensajeros y Remar sigue sorprendiéndoles la fuerza de su calma. «Cualquiera de nosotros tiraríamos piedras, nos desesperaríamos», dice Pilar, «pero ellos nos enseñan la sabiduría de la esperanza».
«Se han ido todas las ONG»
«Lesbos tuvo una especie de acceso libre para los cayucos hasta que los barcos de Frontex comenzaron a recoger a la gente en alta mar», recuerda Israel, hijo de Pilar y Juan Carlos, otra de las cinco personas que actualmente desempeñan la coordinación del trabajo de las ONG en esta isla griega. «Se los llevaban hasta Moria, y empezaron a militarizarla. Solo pudimos quedarnos dentro las ONG que ya llevábamos muchos meses allí y nos habíamos hecho conocer». Jovencísimo y honesto, Israel se ahorra lo políticamente correcto: «Aquí ya no está Acnur ni está Save the Children, ni Oxfam, ni nadie. Se han ido todas las organizaciones desde que hay 200 deportaciones diarias. Se han ido para hacer protesta, y nosotros somos los únicos con tienda y permiso. No exageramos: el de Mensajeros y Remar es el único punto de reparto de comida del campamento de Moria».
De la noche a la mañana la guardia fronteriza se llevó a 5.000 personas de Lesbos hacia campamentos como el de Tesalónica. Algunas de esas familias han sido deportadas a Turquía. Ya no suben ferris hacia Atenas. Pero en Moria sigue habiendo cerca de 4.000 personas que piden asilo. «No tenemos muy claro lo que va a pasar. Pero nosotros seguimos trabajando».
«Alegría que no admite nombre»
La situación de los refugiados empeora, y Remar y Mensajeros de la Paz se sienten solas, como miles de refugiados, en la isla de Lesbos. «Por eso el Papa nos ha dado una alegría que no admite nombre», señala el padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz. «Quizá tras su paso por Lesbos los políticos europeos se vean obligados a ponerse rojos y cambiar sus acuerdos».
Aunque Lesbos está vestida de negro, los chalecos de los voluntarios de Mensajeros-Remar son verdes, amarillos, naranjas. Francisco va a ir allí. Se va a encontrar toda esa miseria con la que cargan las manos vacías de los desplazados. Pero también va a conocer de cerca el magnífico trabajo que se está haciendo. El que hay detrás de cada chaleco que ofrece esperanza en medio de la soledad de Lesbos.