La soledad de Jesús
Viernes de la 25ª semana del tiempo ordinario / Lucas 9, 18-22
Evangelio: Lucas 9, 18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió:
«El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Comentario
«Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos». Como quien no quiere la cosa, Lucas nos deja esta aparente contradicción: Jesús está solo pese a que le acompañan sus discípulos. Está solo pese a no estar solo. Estar rodeado no mitiga su soledad. Ora solo, pero está en compañía. ¿Cómo pueden convivir soledad y compañía? En parte, porque los judíos no saben quién es, no le reconocen. Está solo porque ni siquiera los suyos aciertan a identificarle del todo, salvo Pedro, y Pedro atina como de lejos, aún sin comprender, sin llegar a asimilar el significado de sus palabras, sin poder acompañarle en su destino. Solo Él lo comprende. Por eso, es mejor mantenerlo en secreto: nadie lo entendería, todos lo malinterpretarían. Está solo porque nadie alcanza a verle tal y como es. Nadie es capaz de unirse a Él, a su sino en la cruz. Tampoco nosotros ahora llegamos a hacerlo del todo. Su soledad es más profunda que su compañía.
De alguna manera, todos hemos vivido una sensación parecida de soledad estando con gente, y puede que incluso en el abrazo de alguien querido. Es esta una soledad que la compañía no llega a disolver. Pero este juicio está lejos de teñir de negatividad esta soledad. Por ese motivo, Lucas dice que Jesús está solo, aun cuando ni siquiera es solitaria su soledad, pues estaba orando; esto es, estaba con el Padre. Porque ni siquiera la compañía del Padre anula esa soledad: ora en soledad, y en soledad está junto al Padre. Es su soledad frente al Padre. Son un mismo Dios, pero solo Él es el Hijo, solo Él podrá morir solo en la cruz, donde llegará a sentir esa soledad como abandono. Pero ocurrirá todo lo contrario, esa soledad de Jesús ante el Padre se revelará como una comunión capaz de atravesar el aislamiento de la muerte. La soledad no se acaba en la comunión con el Padre, sino que se cumple con ella. La soledad del Hijo es su estar frente al Padre sin fundirse ni confundirse con Él. La soledad puede ser una forma de comunión no absorbente, de un amor verdadero.