La segunda mujer - Alfa y Omega

Balubhai es un buen hombre, amable y trabajador, amén de fervoroso cristiano. Pero un día me creó problemas, pues decidió imitar al profeta Abrahán en contra de las leyes vigentes: ¡Balubhai trajo a su casa una segunda mujer!

Me extrañó que un hombre tan bueno y fervoroso hiciera algo semejante, ya que él conoce bien la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y el respeto a la única esposa hasta que la muerte los separe. Así que aproveché mi visita a su pueblo para tener una larga charla con él. Me contó que su nueva mujer, por cierto, no muy agraciada, no había conseguido que sus padres la casaran, y ya entrada en años se quedó sola y abandonada al morir sus padres. Balubhai se compadeció, construyó para ella una cocina separada –para que las dos mujeres no tuvieran problemas– y así vivían tranquilos y felices en su pobre casa.

Oída esta historia, ese día por la noche, cuando dije Misa en su pueblo, Balubhai y sus dos mujeres se acercaron a comulgar y sin dudarlo demasiado les di la Comunión a los tres.

No sé qué pensarán de esto los expertos en Derecho Canónico, pero sí sé que es un hombre amable y generoso y que el Dios de Jesús jamás le humillaría rehusando hospedarse en su humilde casa, donde caben sus dos buenas mujeres: la madre de sus cuatro hijos y la pobre a la que nadie quería.