La reina Isabel II y el sentido de Estado - Alfa y Omega

La reina Isabel II y el sentido de Estado

El reconocimiento unánime muestra que la sociedad necesita dirigentes que sepan y vivan que un país es un proyecto común

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La reina Isabel II de Reino Unido falleció el pasado jueves, 8 de septiembre, en su residencia de Balmoral (Escocia) rodeada de su familia y «en paz», de acuerdo con la Casa Real inglesa. Su muerte a los 96 años pone fin a 70 años de reinado en los que convivió con 15 primeros ministros —de Winston Churchill a la recién llegada Liz Truss— e innumerables líderes mundiales. Con la coronación de su hijo Carlos III, ahora se abre una nueva etapa en una de las democracias más antiguas del mundo.

La monarca y también gobernadora suprema de la Iglesia anglicana se va tras «una vida de servicio incansable a la nación», en expresión del Papa Francisco, y deja un «testimonio inquebrantable de fe en Jesucristo», con «una firme esperanza en sus promesas». Con una tasa de aprobación por encima del 80 % entre los británicos, según YouGov, no es de extrañar que los ciudadanos se lanzaran a las calles para llorarla y despedirla, con independencia de sus ideas políticas y creencias, ni que estos días abarroten la capilla ardiente instalada en Westminster, donde se celebrará su funeral el próximo lunes, 19 de septiembre.

Obviando la capacidad anglosajona para generar iconos y algunas exageraciones, quizá fruto de los complejos, el hecho de que una figura así suscite un reconocimiento unánime no hace sino mostrar la necesidad que tiene la sociedad de dirigentes con sentido de Estado y que, de una forma u otra, sepan y vivan que un país es un proyecto común. Isabel II deja el listón muy alto a su sucesor, Carlos III, que tiene una tasa de aprobación mucho menor y debe ser el rey de todos en un contexto de tensiones e incertidumbre por las secuelas del Brexit, la crisis política o la guerra de Ucrania. También pone el listón muy alto a otros líderes que, para ser verdaderamente tales, deberían pensar en algo más que en atacar a sus rivales o arañar votos en las próximas elecciones.

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