No había visto actuar a Fernanda Orazi nunca. Error mío, por supuesto. Porque esta obra, La realidad, creo que es un claro ejemplo de la gran actriz que es.
Dos hermanas, Luz y Andrómeda, hablan por Skype en videoconferencia. Dos mundos frente a frente, el de la que se va y el de la que se queda, a través de una larga conversación interpretada, en ambos casos, por Fernanda Orazi.
Grabada previamente la parte de Luz —es la técnica utilizada—, la hermana que vive lejos, es Andrómeda la que está en escena mientras vemos en pantalla a Luz respondiéndola. Ya solo esto, creo que puede dar idea del impresionante trabajo de ritmo, contención y perfección para ajustarse al diálogo que realiza Orazi, para estar exactamente donde debe estar, con las palabras y con los silencios —mucho más difícil éstos—, tanto antes, cuando grabó la parte de Luz, como luego, y sobre todo, en escena. Hacer esto unos minutos cuesta, pero mantener el tipo una hora y veinte casi, con un breve intervalo -del que luego hablaremos-, muestra la solidez de Orazi.
Pero, más allá de esto, que Fernanda domina sin una equivocación, perfecta, hay algo más importante: dos seres que se hablan desde lejos, que se quieren, dos perfiles diferentes interpretados estupendamente por la actriz. Luz, en la lejanía del que se va y tiene todo claro —y por tanto oscuro— y aparentemente sufre menos, mientras Andrómeda, en casa, no supera las heridas del pasado, se encabrita, se enfada, no entiende.
La realidad es un estupendo ejercicio actoral que, sin embargo, flaquea algo en el texto, no en quien lo interpreta. Leyendo el origen de éste, y que ha sido sacado de otra obra o proyecto todavía inacabado de Denise Despeyroux, así como la posible velocidad en preparar La realidad para el festival Fringe de Madrid, se entiende mejor que el texto tenga sus flecos, que no acabe de rematarse, que sea más un monólogo-diálogo teatralmente débil en su composición, en su peso. O que los dos caracteres tengan también sus propios deshilachados, que su trazo sea un tanto grueso y repetitivo a veces. O esa escena, casi al final, de las sillas frente a frente, que es el único momento donde no está «presente» Luz y que, pese a la impresionante actuación de Orazi, parece un añadido, no encaja bien en el resto.
En todo caso, hay en La realidad momentos excelentes, un humor fantástico en mitad de la dureza, guiños a quienes vagamos/vagaron entre lo esotérico, lo psicológico… en fin, todos nosotros cuando tenemos la pretensión de ser felices. Quizás, a veces, se ponen demasiados temas en escena, demasiado rápido y con un cierto abigarramiento que pide más sencillez.
Es una gran alegría poder ver a una actriz como Fernanda Orazi. Lo es también adivinar un texto que seguramente proviene o dará lugar a algo más completo y más hecho que será, creo, mejor, cuando se le dedique más tiempo.
Por todo ello La realidad es una obra que merece verse con mucho respeto.
★★★☆☆
Teatro Fernán Gómez
Plaza de Colón, 4
Colón
OBRA FINALIZADA