La primera adoración eucarística mundial se celebró el pasado domingo. Y el mundo entero gritó (en silencio): «Jesús, Jesús»
Iglesias de la Quinta Avenida, de Nueva York, capillas-cabaña en Ghana, casas privadas de cristianos perseguidos en China… Todas quedaron unidas, el pasado domingo, por la adoración a Jesús Eucaristía, que tuvo lugar en todo el mundo, de cinco a seis de la tarde (hora de Roma), en comunión con el Papa Francisco, desde la basílica de San Pedro
La cita la propuso el Papa Francisco a la Iglesia universal. El acto matriz de esta oración tuvo lugar en la basílica de San Pedro, del Vaticano. Fue una idea genial para mostrar al mundo que quien une a la Iglesia es su Señor, Jesús, vivo y presente en el Sacramento de la Presencia real.
Esta vez, la Iglesia entera quedaba unida por el silencio, pero un silencio que decía mucho más que mil palabras, pues expresaba la fe común de los bautizados.

Las imágenes que procedían del baldaquino de Bernini fueron transmitidas por satélite y relanzadas por numerosos canales de televisión, mientras la señal vía streaming hacía posible seguir el evento desde los ordenadores de cualquier rincón del planeta.
De este modo, en la solemnidad del Corpus Christi del Año de la fe, Jesucristo se convirtió en el único protagonista capaz de unir a la comunidad católica universal, en oración y adoración, y, además, utilizando los nuevos medios de comunicación de masas: un evento sin precedentes.
En la Vigilia de Pentecostés, bromeando, el Papa se había quejado porque la muchedumbre aclamaba ¡Francisco, Francisco! y pidió que se gritara: «¡Jesús, Jesús! ¡Es el Señor y está entre nosotros!».

Durante la oración, se pidió por la purificación de la Iglesia, por quienes viven el sufrimiento de la esclavitud y de la guerra, por las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico, y en particular por las mujeres y niños víctimas de la violencia…
«La adoración es un acto de amor», respondía, en un correo electrónico, un sacerdote de Hebei, en la República Popular China, al explicar a Alfa y Omega los motivos por los que había convocado a los católicos de su comunidad -con obligada discreción- para unirse al encuentro…