La parroquia es el «lugar de congregación» para los madrileños que se mudan a los pueblos
Jóvenes profesionales abrazan las raíces de sus municipios dormitorio gracias al «elemento de unión» que supone la Iglesia. Al cerrar su visita pastoral al arciprestazgo de El Molar, el cardenal Cobo les ha pedido una «mirada misionera»
David Méndez es breve y educado cuando se levanta en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Molar e interrumpe al cardenal José Cobo. «Perdón, es solo un minuto: en la parroquia de San Agustín de Guadalix estamos organizando un torneo de fútbol. El Ayuntamiento nos paga la pista y queremos contar con los pueblos de alrededor. Basta con que reúnan a siete chavales para que podamos jugar juntos. Nosotros tenemos ya dos equipos y nos encargamos de todo lo demás». El arzobispo de Madrid le agradece la intervención y da una idea más: «Incluso, si dos pueblos no consiguen reunir a siete chicos, que se unan entre sí. La cuestión es empezar a hacer cosas juntos». Es sábado y el cardenal se ha desplazado a este pueblo a 50 kilómetros de Madrid para clausurar su visita pastoral al arciprestazgo de El Molar que reúne —aparte de a este— a los municipios de San Agustín de Guadalix, Pedrezuela, El Vellón, El Espartal, Venturada, Redueña, Cabanillas de la Sierra, La Cabrera y la urbanización Cotos de Monterrey.
Durante el encuentro con los consejos parroquiales de la zona y sus diferentes corporaciones municipales, el arzobispo de Madrid reconoce que en la realidad rural «a veces no sabemos lo que tenemos que hacer. Pero lo que me preocupa es que no queramos hacerlo y, si no estamos unidos, nos encerremos en nosotros mismos». Por lo que pide a los fieles desarrollar una «mirada misionera» y que las parroquias con más poder de convocatoria salgan en ayuda de las otras, porque «si a una le va muy bien y a otra muy mal, tenemos problemas todos».

A la salida de esta reunión y justo antes de asistir a la Misa presidida por el cardenal Cobo en la parroquia Asunción de Nuestra Señora de El Molar, abordamos a David Méndez, el cortés espontáneo que le quitó por un minuto la palabra al arzobispo de Madrid y que, sin protagonismos, quiere ser un revulsivo en la zona. Ilustra a la perfección el perfil de los vecinos de San Agustín de Guadalix, el pueblo más grande del arciprestazgo y que ha pasado de tener vacas por sus calles hace 50 años a ser un dormitorio de jóvenes profesionales que trabajan en la capital. Nos explica que el suyo no es un «pueblo pueblo rural rural». A tiro de piedra de Madrid, a él «hemos llegado mucha gente de fuera que nos hemos juntado con los vecinos de siempre». En su caso, aunque llegó al municipio hace 20 años, no fue hasta 2015 cuando se integró definitivamente. «Entonces conocimos al padre Ignacio y fue una experiencia que lo cambió todo. Nos acogió y nos impulsó a muchos matrimonios que no teníamos relación con nadie». Antes de aquello, usaban sus casas como meros centros de operaciones entre el trabajo de lunes a viernes y, durante los fines de semana, los cines y tiendas de la capital.
Méndez nos cuenta que, al descubrir la posibilidad de una vida comunitaria «empecé a dar catequesis» empujado por el párroco. Sus primeros alumnos fueron los hijos de matrimonios amigos y, según dieron el estirón, consolidó una pastoral juvenil propiamente dicha. Aparte de crecer en la fe, «hacíamos cosas culturales para que no fuésemos solo los de la parroquia y nos mezcláramos con todos los jóvenes. Y, así, evitar ser autorreferenciales».

Romerías de urbanitas
Fruto de este intercambio Méndez, que nació en Barcelona capital, se sorprendió participando también en la romería del pueblo, que todos los meses de mayo lleva a cuestas a la Virgen de Navalazarza hasta una ermita a ocho kilómetros del casco histórico. «Es una tradición donde se reúne mucha gente de alrededor», reivindica. Y del mismo modo que el pueblo se ha vuelto algo más cosmopolita con la llegada de tantos capitalinos, él mismo se ha ruralizado.
Por alusiones, el párroco Ignacio López explica que «la parroquia ha sido un lugar de congregación para mucha gente que ha venido de fuera». «Ha sido un elemento de unión y lo que ha permitido irse conociendo sin prejuicios y que los nuevos se integraran en las raíces del pueblo». Reivindica que la parroquia de San Agustín, cuyos voluntarios atendieron regularmente a 200 familias durante lo más duro de la pandemia de la COVID-19, «ha sido el modo de encauzar toda la acción caritativa y es la institución más valorada del municipio».
Ema Romao es de Pedrezuela, tiene 17 años y cuenta a Alfa y Omega que, «una vez al mes viene un grupo misionero de Madrid» a su pueblo. Organizan campamentos y, con motivo del Jubileo 2025, están muy activos. Aunque confiesa que «me gustaría que fuera más gente y juntarnos con otros grupos de más pueblos para formar otro más grande».
Según nos cuenta Ignacio López —que aparte de sacerdote de referencia de San Agustín de Guadalix es el propio arcipreste de El Molar— este territorio con 15 parroquias es muy heterogéneo. En el caso de Pedrezuela, con tan solo 6.400 habitantes, «ha ido creciendo debido a una vivienda algo más barata y con una presencia migratoria más fuerte».