Djigane Louis Diatta: «En la Iglesia no hay extranjeros, todos somos una familia»
Este sacerdote espiritano, procedente de Senegal, es párroco de Redueña, de Venturada y de la urbanización Cotos de Monterrey. Considera que «en la Iglesia no hay extranjeros»
—Usted es párroco de dos pueblos del arciprestazgo de El Molar, pero no ha nacido en España.
—Yo soy de Senegal y espiritano. Fui ordenado hace seis años, en julio de 2019, y después el superior general me envió a España. Justo entonces fue la pandemia. Aprendí un poco de español y me destinaron a este arciprestazgo como responsable de la pastoral juvenil en Pedrezuela.
—Por entonces aún no era párroco.
—No, estuve cuatro años como vicario parroquial allí y este último me hicieron párroco de Redueña, de Venturada y de la urbanización Cotos de Monterrey. Son dos parroquias pero tienen tres iglesias.
—Con tres iglesias a cargo, ¿se le va mucho tiempo desplazándose?
—Nosotros somos una congregación y en nuestra comunidad espiritana, que está en Pedrezuela, somos cuatro. Yo soy el párroco, pero la misión la llevamos todos. Los cuatro somos sacerdotes, nos organizamos para que a cada uno le toque un día determinado en la parroquia, acoja a la gente y la acompañe. Uno es español, Lázaro. Luego están Barnabé, de Angola; Mietek, de Polonia, y yo.
—Es curioso que su congregación tenga una implementación tan grande en África y sean los curas de allí los que nos evangelicen ahora a nosotros.
—En realidad la Congregación del Espíritu nació en Francia y todavía surgen vocaciones en Europa. Pero es cierto que tiene más presencia en África. Nuestro carisma es ir donde la Iglesia lo necesite, con una preferencia por los más pobres.
—Pero, a nivel material, hay más pobreza en Senegal. ¿Qué nos falta en España para que sus superiores hayan visto necesario enviarlo aquí?
—Cuando terminamos la formación, los provinciales de cada país cuentan sus necesidades al superior general y él, entre los que se han ordenado y hecho los votos perpetuos ese año, manda a los que considera. Yo no fui enviado para ser párroco, sino para despertar la pastoral vocacional juvenil. Eso me acabó llevando a ser párroco, pero es algo que no esperaba. Somos religiosos y tenemos voto de obediencia.
Aquí, en España, la necesidad más profunda que estoy notando en las parroquias es el acompañamiento a los jóvenes. A veces los sacerdotes tienen una diferencia de edad que no les permite estar siempre donde están ellos. En Senegal es muy diferente. Allí solamente hice tres años de mi formación, el resto fue en Gabón y Guinea Conakry. Pero, aunque solo éramos un 5 % de católicos, las parroquias estaban muy vivas. Los jóvenes están muy comprometidos. Hoy me apoyo en la experiencia que tuve organizando allí grupos. Lo mismo que hacía allí en las comunidades rurales es lo que hago aquí.
—¿Cuáles son esas actividades que realiza con los jóvenes?
—El grupo más grande es el de Pedrezuela [de donde no es párroco, N. d. R.] y con él tenemos dos encuentros al mes: uno de oración con adoración nocturna en el que luego compartimos un picoteo y otro para diseñar un plan de evangelización con actividades. Participan normalmente unos 15 chavales de entre 14 y 18 años. Ahora estamos iniciando otro grupo más pequeño en Venturada.
—¿Cómo son los vecinos de la zona?
—Hay muchos migrantes de Colombia y de Venezuela. De África solo conozco una familia. De cara al año que viene, queremos planificar un grupo de pastoral con migrantes. Lo primero que hay que hacer es encontrarlos y visitarlos. En la Iglesia no hay extranjeros, todos somos una familia. La mayoría de estas personas tienen un poco de miedo porque no tienen recursos y piensan que en las actividades van a gastar mucho dinero. Tenemos que explicarles que eso no es un problema y que, además, organizamos otras actividades para ayudarles económicamente.