La misión, según el Papa
Una Iglesia misionera, que lleva al mundo –especialmente a los pobres y a los alejados– el abrazo misericordioso de Dios. Éste es el reto que propone el Papa a todos los bautizados. Lo explicó ayer uno de sus principales colaboradores, el abogado uruguayo Guzmán Carriquiry. El responsable de la Vicepresidencia de la Comisión Pontificia para América Latina participó en una jornada académica organizada por la Cátedra de Misionología de la Universidad San Dámaso, de Madrid. He aquí lo más significativo de su conferencia La misión ad gentes en el magisterio del Papa Francisco:
Una nueva etapa evangelizadora
¡Una nueva etapa evangelizadora! ¿No era ésa, acaso, la intencionalidad del Concilio Vaticano II? Había que pasar de una actitud conservadora a una actitud misionera: derribar los muros, dejar atrás la mentalidad de fortaleza asediada, superar hábitos y formas institucionales y culturales que habían perdido dinámica misionera real, corriendo el riesgo de fosilizarse. Un nuevo impulso para ir ad gentes, hacia nuevos territorios, pueblos y naciones en donde la plantación de la Iglesia no ha arraigado todavía, pero también hacia todos los ambientes de la convivencia social sometidos a fuertes ímpetus de secularización y descristianización. Salir, salir, salir, es el verbo más frecuente como invitación del Papa Francisco.
El Espíritu Santo, protagonista
El Papa nos advierte sobre ese neopelagianismo que cuenta, sobre todo, con nuestros medios humanos. El Espíritu nos primerea. Él tiene la iniciativa en nuestro corazón, en nuestra vida cristiana, y nos precede en el corazón de las personas, en las culturas de los pueblos. Va allanando caminos, marcando los tiempos y los ritmos, indicando las circunstancias por las que la Providencia de Dios hace que el Evangelio llegue y conmueva al corazón de las personas, arraigue en la cultura de los pueblos y las transfigure. «No hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu», escribe el Papa en la Evangelii gaudium. «Ninguna motivación será suficiente si no arde en nuestros corazones el fuego del Espíritu», añade. Lo primero es confesar al Señor con la propia vida y todo lo demás se dará por añadidura.
Primacía del testimonio
¿Cuánto hacemos visible a Cristo en nuestra vida? Una fe licuefacta, asimilada al espíritu de este mundo, revestida de mundanidad espiritual, contaminada ideológicamente, reducida a un conjunto de doctrinas, preceptos y procedimientos, con la actitud farisaica de juicio y condena, es incapaz de transmitir la belleza y la alegría de ser cristiano.
Centrarse y descentrarse
Hay en el magisterio del Papa Francisco como una dialéctica entre centrarse y el descentrarse. Más descentrados de uno mismo, de la propia soberbia autonomía, y más centrados en Cristo, siempre renovado el encuentro personal con el Señor. Más descentrados hacia todas las fronteras geográficas, sociales, culturales, existenciales, y a la vez más centrados en la pertenencia a Cristo.
Pasión por los pueblos
No hay comunicación profunda del Evangelio si no hay «pasión por el propio pueblo» (EG). Los evangelizadores tienen olor a oveja. Ser evangelizadores es convivir con la gente, gozar en su compañía, acompañar a las personas, compartir sus sufrimientos y esperanzas… Por eso, el recorrido del Papa en su automóvil por la Plaza de San Pedro todos los miércoles, abrazando a los suyos, haciendo fiesta, no es un prolegómeno a la catequesis, sino parte fundamental y modelo de evangelización.
Alcanzados por la misericordia
Lo primero es el abrazo de la caridad, que todos puedan experimentar con estupor, antes de todo diálogo, anuncio o catequesis, cómo Cristo los ama. Es como la experiencia del joven Francisco ante el Crucificado de la Porciúncula, con los ojos bien abiertos, cuya mirada es principio de conversión para el gran santo de Asís. O como el publicano Mateo ante la mirada de Jesús, tan impresionantemente representada en la tela del Caravaggio. Esta experiencia de ser amados, de ser alcanzados por la Misericordia, es el principio de toda evangelización. Sólo el amor rompe prejuicios, va abriendo brechas en resistencias, resquebraja muros, conmueve la inteligencia y los afectos.
A los más alejados
También es muy claro que el Papa Francisco despliega un corazón misionero especialmente hacia los alejados de la Iglesia. Se trata de salir a buscar a las 99 ovejas que se han perdido, y no quedarse con la única oveja que está en el recinto. Esta misión que privilegia a los lejanos está animada por la misericordia. Estamos urgidos por el Papa a salir al encuentro de los otros, sin excluir a nadie, sin poner precondiciones morales a ese encuentro, sin temores, pero sin negociar la propia pertenencia ni la misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo.
Amor preferencial por los pobres
No ha habido desarrollo sistemático más profundo en documentos de Iglesia sobre el amor preferencial a los pobres que en Aparecida y en la Evangelii gaudium. No es pauperismo evangélico. ¡Sólo Evangelio! Las imágenes de Francisco que lava los pies en la cárcel de menores en Roma, que encuentra a los inmigrantes en Lampedusa, que abraza a los toxicómanos en Río…, nos muestra el Evangelio vivido.