La misión de los obispos - Alfa y Omega

La misión profética común a toda la Iglesia es asumida con especial responsabilidad por los obispos, quienes, en comunión con el Papa y con la necesaria colaboración de los presbíteros, somos pregoneros del Evangelio y maestros auténticos de la Iglesia en materia de fe y costumbres.

El magisterio jerárquico tiene la obligación de pronunciarse sobre los principios socio-políticos en cuanto afectan a la dignidad y a los derechos de la persona, al sentido último de nuestra existencia y a los valores éticos de los actos y actitudes humanas. Al tratar de estos principios desde el ángulo de su competencia, el magisterio eclesiástico no pretende constituirse en maestro exclusivo de las realidades temporales ni coaccionar las conciencias. No es ésa su misión. Pero faltaría a ella si no aportara la luz de su doctrina para ayudar al discernimiento cristiano en la vida concreta y si, en los casos en que sea necesario, no señalara las condiciones que exige la fe para que una opción política o social sea compatible con la concepción cristiana de la convivencia social.

No podrá, pues, decirse, sin más, que un obispo o un sacerdote hacen política cuando, en virtud de su misión pastoral, enjuician hechos, situaciones u obras de la sociedad civil desde la perspectiva de la fe. Hay que tener presente que la denuncia profética de los pecados es siempre molesta, y con frecuencia no se acepta con la humildad que cabría esperar. Tengan todos presente que el silencio por falsa prudencia, por comodidad o por miedo a posibles reacciones adversas, nos convertiría en cómplices de los pecados ajenos; seríamos pastores infieles a la misión que Cristo nos encomendó, con perjuicio para los más débiles y oprimidos.

Cuando los pastores nos vemos obligados a señalar abusos o deficiencias graves de la comunidad en materia social o política, lejos de minar la estabilidad de la ciudad terrena, contribuimos a su perfeccionamiento y consolidación. La denuncia de los pecados sociales, hecha con espíritu evangélico, con sana independencia y con verdad, contribuye a liberar a la sociedad de todas aquellas lacras que la envilecen y corroen en sus más sólidos fundamentos.

De la Declaración La Iglesia y la comunidad política, del Episcopado español (1973)