El ser humano es una misteriosa combinación de pobreza y grandeza. Todos y cada uno de nosotros somos capaces de enriquecer a los demás. Todos somos seres dependientes y necesitados. Nadie puede alcanzar una vida plena si no es con la ayuda de los demás, si no es mediante la aceptación del don de otro que colma mi indigencia.
Algunas personas vienen al mundo con una particular necesidad, vulnerabilidad o discapacidad. Lamentablemente, hay quien piensa que esas vidas no merecen la pena y no son dignas de ser vividas. Esta forma de pensar muestra la incapacidad de apreciar el valor y la dignidad de toda vida humana, así como una deplorable dosis de autocomplacencia, falsa seguridad y orgullo. ¿Cómo calificar un mundo que negara la acogida y protección a los más débiles? Las personas discapacitadas nos muestran la grandeza de su corazón y de su existencia. Son los campeones de la vida por su coraje, un ejemplo para todos y un verdadero testimonio de la grandeza de su existencia. Reflejan los valores más genuinos del ser humano, que posee un valor infinito con independencia de cualquier condicionamiento. Esas vidas también son, como las nuestras, una misteriosa mezcla de indigencia y grandeza.
Debemos construir una verdadera comunidad humana en la que todos nos percibamos como un inmenso don de Dios, llamados a cuidar los unos de los otros, a socorrer nuestra indigencia con la grandeza de la vida del prójimo y viceversa. El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y estructuras de la comunidad cristiana. Sin embargo, la misión comunitaria no elimina ni disminuye la responsabilidad de cada persona.
Este compromiso requiere la participación social y política en vistas al bien común. Por eso, cada uno de nosotros, las familias, asociaciones civiles e instituciones debemos trabajar para que las leyes e instituciones civiles defiendan y promuevan el derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, reformando o derogando aquellas legislaciones injustas, como las actualmente vigentes.
Subcomisión episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, de la Nota para la Jornada por la Vida