La misión común de cristianos y musulmanes: «Ser voces contra la injusticia»

La misión común de cristianos y musulmanes: «Ser voces contra la injusticia»

En su mensaje con motivo del Ramadán, el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso señala que «la amistad es posible a pesar de la carga de la historia y las ideologías»

María Martínez López
Lectura de textos religiosos en la mezquita de Saná (Yemen).
Lectura de textos religiosos en la mezquita de Saná (Yemen). Foto: Reuters / Khaled Abdullah.

En un mundo donde proliferan los muros, la fe musulmana y cristiana «y sus valores deberían ayudarnos a ser voces que se alcen contra la injusticia y la indiferencia, y proclame la belleza de la diversidad humana». Lo subraya el mensaje del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso para el mes del Ramadán, que comenzó el 28 de febrero.

El texto subraya que este año este tiempo sagrado del islam se solapa en buena medida con la Cuaresma, una coincidencia que es «una alegría» pues «nos recuerda que somos todos peregrinos en esta tierra y que todos estamos buscando vivir una vida mejor». Además «nos ofrece una oportunidad única» de caminar juntos.

«Más que simplemente un mes de ayuno, el Ramadán nos parece a los católicos una escuela de transformación interior». La renuncia a la comida y la bebida lleva a «controlar los deseos y volverse a lo esencial», al tiempo que invita a «cultivar la piedad, la virtud que acerca a uno a Dios y abre el corazón a los otros». De forma similar, los cristianos en Cuaresma «a través del ayuno, la oración y la limosna buscamos purificar nuestros corazones y volver a centrarnos en el único que guía y dirige nuestras vidas». Ambas prácticas espirituales, «aunque expresadas de forma diferente, nos recuerdan que la fe no es meramente» la «expresión externa sino un camino de conversión interior».

Sed de fraternidad

Sin embargo, ante los «conflictos y la incertidumbre sobre el futuro», afirma el texto, «nuestra vocación común implica mucho más que prácticas espirituales similares». En efecto, «nuestro mundo tiene sed de fraternidad y diálogo genuino. Juntos, musulmanes y cristianos pueden dar testimonio de esta esperanza, en la convicción de que la amistad es posible a pesar de la carga de la historia y las ideologías que promueven la exclusión».

Se trata de uno de los primeros mensajes del cardenal George Jacob Koovakad, nombrado prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso en enero. En él, y en línea con el lema del Jubileo —Peregrinos de esperanza—, explica que «la esperanza no es mero optimismo: es una virtud enraizada en la fe en Dios, el Misericordioso, nuestro Creador». Esta esperanza para los musulmanes se alimenta en la confianza en la misericordia divina, «que perdona y guía». Para los cristianos, se fundamenta en «la certeza de que el amor de Dios es más fuerte que todas las pruebas y obstáculos».