«La Institución Teresiana aporta audacia y riesgo» - Alfa y Omega

«La Institución Teresiana aporta audacia y riesgo»

La obra fundada por Pedro Poveda en 1911 celebra el centenario de su aprobación pontificia extendida por más de 30 países del mundo entero

Begoña Aragoneses
Niños del colegio San Pedro Poveda de Dávao, en Filipinas, forman el número 100 del centenario
Niños del colegio San Pedro Poveda de Dávao, en Filipinas, forman el número 100 del centenario. Foto: Institución Teresiana.

El día que Josefa Segovia se enteró de la aprobación pontificia de la Institución Teresiana, que esta joven de 32 años nacida en Jaén dirigía desde 1919, fue «inmediatamente» a la capilla «a decirle a Jesús: «Tengo que ser santa»». Así se lo escribió por carta a san Pedro Poveda, el fundador, después de que el Papa Pío XI firmara el breve Inter frugiferas. Este sí de la Santa Sede vino el 11 de enero de 1924, pero ya en 1917 había recibido la primera aprobación diocesana. El santo dejó por escrito entonces: «La obra ya no es mía, es de la Iglesia». La Institución Teresiana había nacido en 1911, a los pies de la Virgen de Covadonga, como evolución de la experiencia que un jovencísimo Poveda tuvo en sus años de seminarista y primeros de sacerdocio con los pobres de entre los pobres de las cuevas de Guadix (Granada). Allí se dio cuenta de lo que otros no veían, que todo el mundo necesita que se le diga que es hijo de Dios. Fue desarrollando así su ideal «de una vida eminentemente humana, perfeccionada por lo divino, modelando sus vidas a las de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre», con la educación y la cultura como base transformadora de la sociedad. 100 años después, la Institución Teresiana vuelve la mirada a esa fe firme de sus iniciadores y a ese deseo de santidad. «Es ese germen de vida plena que da el Evangelio, de felicidad, de sentido, que se vivió con hondura en aquellos momentos, cuando se recibió el reconocimiento de la Iglesia universal», cuenta para Alfa y Omega María Rita Martín, vicedirectora general de la institución. Desde su despacho de la sede internacional, lugar que alberga el Consejo de Gobierno y donde se conservan algunas reliquias del padre Poveda, Martín vuelve emocionada a los orígenes para asentarse en el presente y mirar hacia el futuro. «En su día, la aprobación fue una alegría inmensa, un deseo soñado», porque en un primer momento no se había percibido la novedad del carisma, «eso que poco a poco fue desarrollándose y que apareció con tal nitidez en el Concilio Vaticano II»: una asociación laical —nunca congregación religiosa—, con diversidad de compromisos y una conciencia de universalidad, con la misión de «ser sal y luz en medio del mundo y la espiritualidad de los primeros cristianos». A día de hoy, la institución se visualiza en el mundo a través de sus obras corporativas —los centros educativos y colegios mayores, herederos de aquellas primeras academias que completaban la formación para maestras nacidas de la mano del padre Poveda—, y sus proyectos sociales. Con más de 3.000 miembros y presente en más de 30 países del mundo, «colaboramos mucho con las Iglesias locales en la formación pastoral y creando redes con otros; esto es muy carismático».

Universitarias residentes de las primeras academias, donde completaban su formación como maestras
Universitarias residentes de las primeras academias, donde completaban su formación como maestras. Foto: Institución Teresiana.

—¿Qué le faltaría a la Iglesia si no existiera la Institución Teresiana?

—La capacidad de generar santidad de vida de hombres y mujeres preparados, muy conscientes de que desde su trabajo, su estilo de vida, sus relaciones, están contribuyendo a la realización del Reino. También la capacidad de diálogo con el diferente y el deseo de ser eminentemente humanos y todos de Dios. Como Marta y María, acción y contemplación. La Institución Teresiana aporta audacia y riesgo, ese querer estar en las fronteras siempre desde el diálogo.

Una obra que continúa

Decenas de lugares se sumaron el pasado fin de semana a las celebraciones del centenario, que arrancaron de manera oficial en la catedral de la Almudena de Madrid con una Eucaristía presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo. «La Iglesia y el mundo hoy siguen necesitando vuestra experiencia», afirmó en la homilía. Una experiencia que nació «en tiempos difíciles y en tiempos de martirio» y que «parte de la fe». «Necesitamos vuestra vocación —continuó—; nuestro mundo necesita la sal y la luz de Jesucristo». También en el resto de España y en el mundo se han sucedido Misas de acción de gracias en los últimos días. Como la de la Universidad de Belén, en Tierra Santa; las de Roma y Palermo (Italia), Holguín (Cuba), Buenos Aires (Argentina), Lima (Perú), Cochabamba (Bolivia) o en el San Pedro Poveda College de Dávao (Filipinas).

Gregoria Ruiz, directora general de la Institución Teresiana, durante la Misa celebrada en la catedral de la Almudena
Gregoria Ruiz, directora general de la Institución Teresiana, durante la Misa celebrada en la catedral de la Almudena. Foto: Institución Teresiana.

Antes de despedirnos, le preguntamos a Martín cómo hubiera vivido Josefa Segovia este centenario. «Pues con el corazón esponjado, porque era una mujer alegre, y con mucha naturalidad y humildad, habría dicho lo que le dijo a Jesús en el sagrario cuando se enteró del martirio de Pedro Poveda, en julio de 1936: “¡Continuaremos la obra!”».

Claves
  • El siglo del sí de la Iglesia a la Institución Teresiana se vivirá en cuatro claves. La primera, que sea una experiencia de reencuentro con los orígenes.
  • En segundo lugar, será un tiempo para agradecer, en palabras de su vicedirectora, «que la Iglesia reconoció hace cien años la novedad de este carisma y el tesoro que lleva dentro».
  • En tercer lugar, se concibe como una renovación de fuerzas, así como de «la ilusión y el deseo de comunicar y extender el carisma a otros».
  • Por último, «desde el pasado, pasando por el presente, miramos al futuro». «Creemos que la Institución Teresiana, la Iglesia y el Evangelio tienen un futuro de esperanza».