La indestructible esperanza
En la solemnidad de san Isidro Labrador, Patrono de Madrid, nuestro cardenal arzobispo, don Antonio María Rouco Varela, dijo en la homilía de la Misa que celebró en la colegiata de San Isidro:
Celebramos de nuevo, en este año 2013, la solemnidad de san Isidro Labrador, Patrono de Madrid, festivamente. En la vida cristiana, en sus fuentes espirituales de inspiración, en su forma de realizarla en el presente y de proyectarla hacia el futuro, siempre está presente indestructiblemente la esperanza. Las dificultades que pueden presentarse en el camino de la existencia para un cristiano, e incluso para la comunidad de los que conciben y conducen su vida en este mundo a la luz de la fe, es decir, para la Iglesia, pueden ser muchas y formidables; nunca, sin embargo, serán capaces de arruinar la esperanza. Su fundamento es inamovible: la certeza de que Jesucristo ha resucitado y ha ascendido al cielo no para abandonar la tierra, sino para llenarla con una nueva presencia suya, visible sacramentalmente y actuante por el don de su Espíritu –el Espíritu Santo– en el interior de cada persona y, análogamente, en el corazón de la Humanidad. El tiempo litúrgico de la Pascua, que concluye el Domingo de Pentecostés, nos confirma definitivamente la verdad de la esperanza cristiana; y la solemnidad de nuestro Santo Patrono, san Isidro, nos enseña cómo puede y debe ser vivida, en el día a día de nuestra vida, sin que nada ni nadie pueda interponerse en el camino del bien y de la felicidad que nos vienen de Jesucristo; ni siquiera en una situación como la actual de una crisis tan dura y sumamente dolorosa para tantas familias y ciudadanos madrileños. Una esperanza que los cristianos podemos y debemos comunicar creíblemente y compartir con todos. La figura del Patrono de Madrid ilumina nítidamente la forma con la que se puede mantener viva y, en su caso, recuperar la esperanza. Lo ha hecho siempre a lo largo y a lo ancho de la historia milenaria de la devoción de los madrileños a san Isidro, sobre todo en sus más difíciles y cruciales momentos, y lo continúa haciendo hoy.
Nuestro Santo nos ayuda con la luz de su biografía de cristiano ejemplar y, muy especialmente, con la actualidad espiritual de su intercesión por este nuestro Madrid del año 2013, y por todo ese mundo rural español que le recibió como Patrono, del Beato Papa Juan XXIII, el 16 de diciembre de 1960.
El mismo Isidro había tenido que vivir como cristiano mozárabe en el incipiente Madrid, villorrio y fortaleza, con las zozobras y peligros del cambio reiterado de sus conquistadores, musulmanes y cristianos, que se sucedieron en su dominio varias veces y en pocas décadas.
Isidro, primero pocero por no mucho tiempo y, luego, labrador en el período más largo y último de su vida, era un hombre de fe. De fe en Dios, a quien confiaba y dedicaba su persona, la de su esposa y de su hijo, su tiempo y su trabajo: ¡toda su existencia! Comenzaba el día, antes de encaminarse a sus labores del campo, visitando la iglesia de Santa María, situada en la Almudena de aquel Madrid musulmán, y finalmente cristiano, en el que habitaba. Sus vecinos lo estimaban y apreciaban como un hombre piadoso. En el templo de la Madre de Dios, venerada mucho antes de la ocupación musulmana por los habitantes del lugar, se encontraba con Jesucristo, el Dios con nosotros, en su presencia eucarística y con la proximidad tierna de su Madre, la Virgen Santísima.
Una fórmula siempre válida
Todos los acontecimientos, que van trenzando la historia de su vida, se explican sólo desde su fe cristiana en Dios. Precisamente, desde esa sentida fe en Dios, profesada y confesada cristianamente, se alimentaba la esperanza con la que se enfrentaba sereno, tranquilo y paciente con los mayores desafíos que podían depararle las circunstancias personales, familiares y profesionales en las que se desenvolvía su quehacer diario. Cuando compañeros de labranza, envidiosos, le acusan al amo, Iván de Vargas, de descuido en el trabajo, no se inquieta ni se defiende con la réplica fácil e indignada tan habitual en ocasiones semejantes. Confía en Dios. Hombre de fe y de oración cristiana y, por ello, testigo y servidor de la verdadera esperanza, que sostiene indefectiblemente al hombre cuando se propone y decide vivir en el amor de Cristo. La biografía del Santo Patrono de Madrid está marcada en sus más sencillos y humildes detalles por un amor a Dios y al prójimo heroicamente ejercido.
La fórmula de san Isidro ¿sigue siendo válida para afrontar los retos del momento actual de nuestras vidas y de nuestra sociedad? ¿Hay otra más duradera, auténtica y eficaz para responder a las necesidades del hombre contemporáneo que son en definitiva, en su fondo y origen último, necesidades morales y espirituales: necesidades de verdadera Humanidad? Fe, esperanza y caridad es la tríada de las virtudes, que vivió ejemplarmente san Isidro Labrador en, por y con su unión a Jesucristo. Fe, esperanza y caridad –¡amor verdadero!–, bebidas en su fuente primera y originaria que es Jesucristo, son las virtudes que sanan y salvan al hombre en todos los tiempos y las que pueden sanarle y salvarle hoy. Las meras y simples virtudes naturales, aun en la hipótesis de que se lograsen solas, por el solo esfuerzo de la voluntad humana, sin Dios, sin Jesucristo, serían incapaces de curar los males del hombre en su raíz, y menos de salvarlo del pecado y de la muerte. La responsabilidad de los cristianos personalmente y, en especial, la de sus pastores se mide en esta situación de encrucijada histórica por su disponibilidad para ser testigos: ¡testigos de la fe, de la esperanza y del amor de Cristo en medio de sus hermanos! Sólo así, como testigos de Jesucristo crucificado y resucitado, podrán evangelizar de nuevo vigorosa y creativamente. Sólo así podrán ser instrumentos eficaces de la superación de las crisis que amenaza en esta grave hora histórica a sus hermanos.
Apoyados en el amor maternal de Nuestra Señora, la Virgen de La Almudena, de quien tan devoto fue san Isidro Labrador, nos es y será siempre posible el Sí generoso y sacrificado a la llamada de la nueva evangelización: el Sí del testimonio de una vida cristiana auténtica, probada en el amor a Dios y en el amor al prójimo; el Sí apostólico de la Misión Madrid. Amén.