La Iglesia, observadora ante la OMS - Alfa y Omega

El pasado 31 de mayo la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó por consenso la resolución de la Participación de la Santa Sede en la Organización Mundial de la Salud, que incluyó a la Santa Sede como miembro observador de la OMS. La participación de la Santa Sede en las reuniones de esta entidad también eran frecuentes antes, pero precisaban de la invitación específica que cada año el director general mandaba al secretario de Estado de la Santa Sede.

El estatus de miembro observador de la OMS refleja mejor el compromiso de la Iglesia católica en el ámbito de la sanidad y la asistencia a las personas más vulnerables. Según el Anuario Estadístico de la Iglesia, publicado en 2019 por la Librería Editora Vaticana, la Iglesia es propietaria o gestiona las siguientes estructuras en todo el mundo: 5.245 hospitales; 14.963 ambulatorios; 532 hospitales de aislamiento para leprosos; 15.429 residencias de ancianos, enfermos crónicos o con discapacidad; 9.374 orfanatos; 10.723 enfermerías; 12.308 centros de ayuda para matrimonios; 3.198 centros especiales para la educación social, y otras 33.840 estructuras destinadas a la caridad. Son en total 105.612 instituciones.

Estas estructuras se extienden por prácticamente todos los países del mundo, tanto en los lugares donde está afianzado el sistema del bienestar como en los menos desarrollados. Muchos operan en Europa y, sobre todo, en España.

La resolución ha sido apoyada por 72 países, de los que 17 pertenecen a la Unión Europea. En concreto, se ha valorado el hecho de que hayan sido tantos los países que han apoyado esta resolución, incluso aquellos donde la presencia católica es limitada.

Esta decisión de la OMS también representa una respuesta al compromiso de la Santa Sede a favor del multilateralismo, sobre todo en este periodo de pandemia de la COVID-19. A este respecto, el Santo Padre ha constituido una comisión vaticana que estudia, no solo las consecuencias sanitarias de la pandemia, sino también sus implicaciones sociales y económicas.

La labor de la Santa Sede como observador continuará con la tradición que ha promovido durante los 70 años de existencia de la OMS. El contexto histórico actual ha impulsado que en la última década, la Iglesia católica haya tomado medidas para ampliar el campo de acción sanitaria y para promover iniciativas que facilitasen el acceso a las medicinas a los países más pobres del mundo. Se trata de un gesto promovido por el Papa Francisco. La crisis sanitaria actual impone la fraternidad como única opción para salir todos juntos, visto que «estamos todos en la misma barca». La defensa del multilateralismo y la decisión de convertirse en miembro observador refleja el compromiso de la Iglesia con la familia de las naciones para afrontar, a través del diálogo y la solidaridad internacional, los desafíos globales y sanitarios que afligen a la humanidad.