La Iglesia no se baja de la ola
Su labor en primera línea, atendiendo a los más golpeados por la pandemia, llenó páginas de periódicos y minutos del telediario. Con la segunda ola, el interés mediático ha desaparecido, no así el trabajo de capellanes y religiosas
Durante la primera embestida del coronavirus en nuestro país, los teléfonos de los delegados de Medios de Comunicación de las distintas diócesis españolas no dejaban de recibir peticiones de entrevistas. Televisiones, periódicos, radios… Todos querían contar el trabajo que la Iglesia estaba haciendo frente al coronavirus, que en el fondo se puede resumir con un pasaje evangélico, extraído del capítulo 13 de san Juan: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado».
El amor estaba detrás del capellán de hospital que se enfundaba tras un par de mascarillas para entrar en ese territorio prohibido en el que se convirtieron las habitaciones de los infectados por la COVID-19. El amor estaba detrás del diácono al que se le duplicaron los responsos en el cementerio o detrás de la religiosa que no se apartó de los pies de la cama de aquel anciano contagiado, a pesar de ser ella misma una persona de riesgo.
Pero en realidad, la labor realizada por todos ellos hay que conjugarla en presente porque, en la actualidad, cuando la atención mediática ha disminuido considerablemente, siguen amando a Dios a través de los más golpeados por la pandemia.
Estos son algunos ejemplos:
Cercanía en el hospital
Francisco Javier Iglesias
Capellán de hospital de la Pastoral de la Salud del Arzobispado de Madrid
Doble mascarilla, dos pares de guantes, gafas y buzo. Es el atuendo que todavía debe enfundarse Francisco Javier Iglesias, capellán de hospital en Madrid, para entrar en las habitaciones de los contagiados por la COVID-19. «Una vez dentro trato de ser cercano. Pasan mucho tiempo solos y sin ningún tipo de contacto, así que les agarro de la mano y les hablo de su familia», confiesa el sacerdote. En muchos casos, es la última comunicación que el paciente va a tener en esta vida. Ocurrió hace una semana. Iglesias recibió la visita del hijo de una persona ingresada. «No le dejaban acceder por culpa del coronavirus y me pidió que me acercara a visitarla y a impartirle los últimos sacramentos». Al día siguiente falleció la mujer. Con todo, Iglesias reconoce que actualmente la presión no es tan alta y «ahora podemos entrar en todas las habitaciones», cosa que «al principio no nos dejaban hacer».
Respeto en el cementerio
Agustín Gabarre
Coordinador de las capellanías del cementerio municipal de Zaragoza
Un mes antes del confinamiento, Gabarre fue designado coordinador de los capellanes del cementerio municipal de Zaragoza. Con la llegada del coronavirus, «pasamos de los 15 servicios habituales en un día a cerca de 30». Pero más que de los datos, el diácono permanente prefiere hablar de las personas. Recuerda a una señora a la que se le murió el marido y nos pidió dar fe de su inhumación al no poder acudir ella misma en persona por ser grupo de riesgo. En la actualidad, el trabajo del coordinador no se ha visto incrementado en proporción al alto número de contagios que está registrando España, «aunque todos los días tenemos algún responso por un fallecido a causa de la COVID-19», advierte. En cualquier caso, él continua sirviendo entre un buen número de medidas de protección —mascarilla, distancia social…—, pero «con todo el respeto que se merecen los fallecidos».
Acompañamiento en el duelo
Maite Valls Martí
Religiosa de Jesús-María y psicóloga experta en atención al duelo
Una de las especialidades de Maite Valls —religiosa de Jesús-María, psicóloga y una de las referentes para la Pastoral de la Salud del Arzobispado de Barcelona— es la atención al duelo. Desde su posición de especialista, vaticina que el duelo en esta segunda ola va a ser una experiencia «todavía más complicada» que en los primeros momentos de la pandemia. «En aquel momento fue difícil, sobre todo por la incertidumbre. No sabíamos lo que iba a pasar». Ahora, «la gente ya sabe que el acompañamiento al enfermo, incluso a los muertos, está limitado» y «vivir este momento sin poder hacer un ritual que ayude a poder despedirse de la persona querida es muy duro», asegura. Al mismo tiempo, advierte de que «las consecuencias de esta no elaboración del duelo las veremos más adelante». En la actualidad, para atender estos casos, Valls no utiliza apenas palabras, se centra en «comprender».