«La Iglesia es quien más impacto tuvo» en restar apoyos a la pena capital - Alfa y Omega

«La Iglesia es quien más impacto tuvo» en restar apoyos a la pena capital

Dale Recinella, primer Premio Guardián de la Vida, ha acompañado en Florida como capellán laico a 42 ejecutados. Este martes, Sant’Egidio celebra Ciudades por la Vida

María Martínez López
Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, presentó a Recinella y al Papa el 27 de septiembre. Foto cedida por Dale Recinella

A las once de la mañana, el condenado a muerte toma su última comida en la cárcel de Raiford (Florida). Acaba de despedirse de su familia. Dale Recinella nunca olvidará a las tres jovencitas que tuvo que arrancar, con sumo cariño, del abrazo de su padre. Al mediodía, si es católico, un sacerdote le da los sacramentos. Cuando él se va, el reo se queda con este laico que atiende pastoralmente el segundo corredor de la muerte más poblado del país, con 343 presos. Es el momento de las confidencias, de los últimos mensajes para sus seres queridos y de algún «eres el padre que nunca tuve».

Son las cuatro. Llega el equipo que lo lleva a la cercana cámara donde le pondrán la inyección letal. Recinella no puede pasar, pero está al otro lado del cristal. «Siempre les digo que me miren, que se fijen en el rostro de alguien que los quiere», comparte. Lo ha hecho ya 19 veces. En otros 23 casos, aunque otro capellán era el testigo final del condenado, él lo ha acompañado de forma más intensiva durante las cinco semanas que pasan desde que se firma la orden de ejecución. No lo cambiaría por la vida de éxito y lujo que llevaba hasta mediados de los 1990, siendo abogado en Wall Street. Hasta que una bacteria come carne puso en peligro su vida y le cambió las prioridades. Comenzó trabajando con personas sin hogar y enfermos de VIH, hasta que en 1998 le invitaron a dedicarse a los presos.

Justicia y vida

No hay justicia sin vida. Es el tema del webinar que organiza la Comunidad de Sant’Egidio este martes en el marco de la campaña Ciudades por la Vida. Participarán el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli; Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz 2018, y varios excondenados a muerte y activistas.

A la hora de preparar a un hombre para morir a manos del Estado, «lo más importante para mí es su relación con Dios y, si son católicos, que tengan acceso a los sacramentos», subraya a Alfa y Omega. Por eso intenta escucharlos en profundidad para conocer su historia de fe y sus expectativas. «Hago lo que puedo para ayudarlos a mejorarla y a estar abiertos a lo que Dios espera de ellos». No acierta a decir mucho más: «Cada viaje es único, incluso en esta etapa».

Susan, su mujer, es psicóloga y se ofrece para acompañar a la familia del ejecutado, que no puede estar presente. «La mayoría buscan la fuerza en su fe, especialmente las madres». Una vez ha pasado, «algunas necesitan dejar todo atrás» y se distancian. Otras «han seguido en contacto con nosotros décadas». El matrimonio atiende además a familias de víctimas de asesinato, salvo si son casos de pena de muerte, en los que las autoridades no se lo permiten. Al principio, les sorprendió lo aisladas que se encuentran. Muchos conocidos no saben lidiar con ese dolor, y se acaban alejando.

«Coherentemente provida»

El 28 de septiembre, Recinella fue el primero en recibir el Premio Guardián de la Vida, creado por la Pontificia Academia para la Vida. Lo acogió como «una profunda declaración de la Iglesia católica universal sobre el valor y la dignidad de las vidas humanas en el corredor de la muerte». Mientras cientos de localidades de todo el mundo se preparan para participar el martes en la campaña Ciudades por la Vida, de la Comunidad de Sant’Egidio, se muestra convencido de que, en su país, «han sido la Iglesia y nuestros Papas y obispos los que han tenido el mayor impacto» en reducir el apoyo a la pena capital. A mediados de 1980, estaba a favor más del 80 % de la población.

Pero «en los 90 la gente tomó conciencia de los fallos en el sistema: el sesgo racial, su uso contra los pobres, los ejecutados inocentes». Además, los católicos profundizaron en «la enseñanza de la Iglesia sobre el valor de cada vida humana, incluso la de quien ha cometido errores terribles». Cuando en 1999 Juan Pablo II pidió públicamente en St. Louis que se abandonara la pena capital, tanto este castigo como su apoyo social comenzaban a descender. Ahora «la sociedad está dividida a partes iguales». El mismo Recinella recorrió este camino. Incluso antes de pisar el corredor de la muerte, pasó de estar «activamente contra el aborto, pero a favor de la pena capital», a ser «coherentemente provida».

El capellán llevó a cinco ex condenados a muerte a pedir al gobernador de Florida que detuviera la ejecución de James Dailey. Se paralizó por un recurso y aún no se ha retomado. Foto cedida por Dale Recinella

No se trata solo de la posibilidad de una condena injusta, o de que los crímenes no sean horribles, que lo son. «Debemos profundizar en la realidad de que el Hijo de Dios murió para redimir a quienes los perpetran», e intentar colaborar en esa obra. Durante su reciente visita a Italia, le conmovió visitar la cárcel de Paliano, donde las autoridades y Sant’Egidio colaboran para promover la reinserción. Escuchar a los presos «hablar abiertamente de arrepentimiento y de su deseo de tomar decisiones diferentes» contrastaba con la «burla y desprecio» de muchos en su país sobre la posibilidad de que cambien. Pero esa esperanza «es el don de nuestra fe». Él ha sido testigo de ello. Varios presos le han pedido bautizarse, y él ha sido su padrino. Uno, condenado a muerte, explicaba que «quiero pertenecer a la Iglesia que quiere pertenecerme».