La Iglesia en Europa afronta sus diferencias - Alfa y Omega

La Iglesia en Europa afronta sus diferencias

Las tensiones han sido evidentes, pero los participantes en la asamblea continental del Sínodo están esperanzados y quieren repetir. Nunca la Iglesia europea se había sentado así a hablar

Cristina Sánchez Aguilar
Un momento del encuentro en el aula sinodal improvisada en un hotel de Praga. Foto: prague.synod2023.org.

Había -2 ºC fuera de la catedral de San Vito, dentro del complejo del castillo que salvaguarda Praga desde lo alto. No podría asegurar los grados que había intramuros, pero definitivamente eran algunos menos. El vaho se acumulaba en torno al cardenal Grech, secretario general del Sínodo, mientras recalcaba en una literaria homilía que calentó los corazones —además del licorcillo que esperaba en el autobús de vuelta— que esta petición directa de escucha del Papa Francisco no ha llegado para «destruir las distinciones», sino para «defenderlas». No es «una batalla entre conservadores y liberales». No es una «oposición entre norte y sur».

Los 156 delegados de las 39 conferencias episcopales de Europa —que representaban a 45 países y que participaron del 5 al 12 de febrero en la etapa continental del Sínodo en Praga—, junto a los presidentes de cada una de ellas, atendían a la cabeza sinodal del Vaticano, sin perder el hilo, entre bufandas y guantes. No vino mal recordar estas palabras un miércoles, tras dos días de conversaciones y la jornada previa a la redacción de las primeras conclusiones. Porque la etapa continental ha sido fructífera, esperanzadora, pero también tensa. Ha habido disparidad de opiniones, y por qué no decirlo, algún lloro. No solo las lágrimas de afecto cuando recibieron a la delegación ucraniana —en la que participó, por cierto, una joven de 22 años, algo que brilló por su ausencia en la mayoría de las delegaciones que habían enviado miembros de forma presencial—. Sino llanto por algún que otro desencuentro.

«Escándalos como el de los abusos sexuales han hecho perder la credibilidad a la Iglesia»
Matthias Kopp
Portavoz de los obispos alemanes

«Creo que lo que sucede es que hay miedo», asegura Matthias Kopp, portavoz del episcopado alemán, en conversación con Alfa y Omega. La delegación germana fue una de las abanderadas de los cambios radicales, que ya vienen pergeñando en su camino sinodal, y estuvo arropada por otras iglesias del norte de Europa. «Escándalos como el de los abusos sexuales han hecho perder la credibilidad a la Iglesia» y su objetivo es recuperarla. Aunque no saben si esta reconquistada fiabilidad haría que «el pueblo volviese a las parroquias». Pero, de momento, eso es secundario. Tienen claro que esta asamblea fue una riqueza, y que es necesario «construir puentes para entender las diversas sensibilidades» —deseo que ha empezado a realizarse en Praga—, pero que Alemania no cambiará ni un ápice su proceso después de estos días.

«Mucha gente venía con la expectativa de que el Sínodo era como un Parlamento; que se vota y se soluciona todo. Y no. El Papa nos ha pedido que hagamos un proceso sinodal, es decir, que nos escuchemos», asegura el cardenal Omella, presidente de los obispos españoles. Una vez se consiga este objetivo [se habló de propuestas concretas, como activar los consejos pastorales de las parroquias, algo que todavía no es una realidad en muchas de nuestro país; en otras sí lo hay y en algunas son los cuatro amigos del cura], «ya se podrán estudiar temas más específicos». Y no pone nombres, pero rondaron en todas las conversaciones: el rol de la mujer, la petición de perdón ante los escándalos sexuales, la acogida de la comunidad LGTBI, la comunión a los divorciados, el exceso de clericalismo, los grupos estufa.

La delegación española, con dos obispos, un sacerdote, una religiosa y una laica. Foto: Cristina Sánchez Aguilar.

Esta agenda sonaba lejana a otra parte de los presentes en la improvisada aula sinodal del hotel Pyramida de la capital checa. Los nueve participantes de la delegación ucraniana, tanto en la versión grecocatólica como en la latina, destacaban que Europa vive con prioridades significativamente diferentes a la realidad en Ucrania. Una de las mujeres —eran cinco, en total— intervino en medio de un desencuentro de opiniones. «Todo eso lo provoca el pecado». Tras unos segundos de silencio aseguró que su problema es despedirse cada mañana de su familia cuando va a trabajar, sin saber si es el último día que va a verla.

«Con la guerra todo se ha parado», explica a este semanario Oleksandr Yazlovetskiy, obispo auxiliar de Kiev. Ni siquiera pudieron terminar su fase sinodal antes de acudir a la etapa continental. «Pero cuando nos pidieron venir pensamos que debíamos hacerlo, porque este es nuestro futuro». Aunque reconoce que tienen algún problema común, «como el clericalismo», ahora «estamos luchando por nuestra independencia». «No veo el final de la invasión —ahora que se cumple un año—, pero creo que habrá un milagro y todo cambiará; tengo que creerlo». Para Yazlovetskiy, que agradece poder compartir alegrías y penas con el resto de la Iglesia en Europa, sentir la hermandad «nos ha dado fuerzas». También el ecumenismo, pues, asevera, la guerra «ha creado una conexión antes inexistente con otras iglesias. Nos está haciendo más humanos, más fuertes, más esperanzados».

«Cuando nos pidieron venir pensamos que debíamos hacerlo, porque este es nuestro futuro»
Oleksandr Yazlovetskiy
Obispo auxiliar de Kiev

Sentado cerca estaba Paolo Pezzi, cabeza de la Iglesia católica en Rusia, quien destaca cómo este camino sinodal en el país está siendo, realmente, «un descubrimiento del perdón», explica a Alfa y Omega», «un camino de conversión para todos, porque no es fácil entenderse entre fieles rusos, ucranianos, bielorrusos, lituanos…». Constata que el pueblo ruso está sufriendo, hay quien de rabia, hay quien de odio. Pero esto confirma que «tenemos que ampliar los encuentros a todos los niveles» y pone como ejemplo el diálogo que se está generando con algunos obispos ortodoxos y los encuentros que hay entre curas de ambas confesiones. «Este es realmente nuestro desafío sinodal».

Luis Marín, el agustino español en la Subsecretaría del Sínodo, concluye que el balance es positivo. «Nos hemos encontrado; en nuestra Iglesia, con frecuencia, vivimos aislados», pero este intercambio ha generado un primer paso para ser «una familia». A distintas velocidades, eso sí. Ya lo constata el primer documento, sujeto a enmiendas. Quieren repetirlo cada poco tiempo. La Iglesia en Europa nunca se había sentado así a hablar.

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