La Iglesia de León XIV: «unida» pero que «no anule las diferencias» - Alfa y Omega

La Iglesia de León XIV: «unida» pero que «no anule las diferencias»

El Obispo de Roma inició su ministerio con un texto programático. En los días previos, lanzó un mensaje muy explícito sobre la paz al Cuerpo Diplomático y se mostró pastor de los cristianos orientales

Javier Martínez-Brocal
León XIV, subido por primera vez al papamóvil, llega a la plaza de San Pedro
León XIV, subido por primera vez al papamóvil, llega a la plaza de San Pedro. Foto: CNS / Vatican Media.

Desde el instante preciso en que durante el cónclave el cardenal Pietro Parolin se acercó a Robert Prevost, le preguntó si aceptaba su elección canónica a Sumo Pontífice y él respondió afirmativamente, se convirtió en Papa. Sin embargo, la norma vaticana prevé un momento de oración de todo el pueblo de Dios que señale el inicio oficial de su ministerio. Es la Misa de inicio de pontificado, que se celebró el pasado domingo.

La ceremonia comienza siempre con una oración muy simbólica del Papa, en silencio, en las grutas vaticanas, ante la urna que está justo encima de la tumba del apóstol Pedro. Se trata de un momento cargado de espiritualidad en el que cada nuevo Pontífice siente tanto el peso de la herencia que recibe como las palabras que Jesús dirigió al pescador de Galilea: «Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague».

El cardenal Tagle impone el anillo del Pescador al Santo Padre
El cardenal Tagle impone el anillo del Pescador al Santo Padre. Foto: CNS.

En ese rezo acompañaron a León XIV cuatro patriarcas orientales. Ya en la basílica, los cardenales se unieron a ellos para ir en procesión por la nave central hacia la plaza de San Pedro. Mientras caminaba, cantaban las letanías de los santos, en la que invocaron a los Papas canonizados y a santos de todas las épocas, continentes y tradiciones para que asistan al Pontífice. En la plaza, ante 250.000 peregrinos, con decenas de líderes mundiales como testigos —entre ellos los reyes de España, el vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance, o el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski—, y junto a unos 4.000 sacerdotes y obispos, recibió las insignias del papado: el palio, que representa su misión de «buen pastor» que carga sobre sus hombros a las ovejas descarriadas, y el anillo del Pescador con la efigie de Pedro, que simboliza su autoridad de gobierno.

«Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia», se presentó a los católicos durante la homilía. Dijo que su horizonte es trabajar por «una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado». Se trata de una «unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo».

Con un bebé, entre los 250.000 fieles que llenaban la plaza
Con un bebé, entre los 250.000 fieles que llenaban la plaza. Foto: Vatican Media.

En la homilía, de gran peso espiritual, citó a san Agustín y a su predecesor León XIII. Entre los problemas de nuestro tiempo citó «las heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios y el miedo a lo diferente, y por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres». Era un texto programático porque propuso, quizá hablando también para sí mismo, que «con la luz y la fuerza del Espíritu Santo construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad».

Manos a la obra

Se puso manos a la obra para esta tarea desde el primer momento. Mostró que «unidad no es uniformidad» durante el emotivo encuentro del 14 de mayo con peregrinos de las Iglesias orientales; católicos que no siguen el rito latino y que, al ser minoría, temen que sus tradiciones espirituales se vayan disolviendo con el tiempo. El Papa elogió el «sentido del misterio, tan vivo en vuestras liturgias, que implican a la persona humana en su totalidad, cantan la belleza de la salvación y suscitan el asombro ante la grandeza divina que abraza la pequeñez humana». También «el sentido de la primacía de Dios, el valor de la intercesión incesante, la penitencia, el ayuno, el llanto por los propios pecados y los de toda la humanidad».

La mayoría de estos cristianos proceden de Oriente Medio, de países como Irak, el Líbano o Siria. Muchos de ellos han tenido que abandonar sus países «a causa de la guerra y la persecución, la inestabilidad y la pobreza» y en el exilio «corren el riesgo de perder no solo su patria, sino también su identidad religiosa». Para que no suceda, el Papa recordó que León XIII dijo que si un misionero de rito latino aconseja a una persona de rito oriental que cambie de tradición, «sea destituido y excluido de su cargo».

Los reyes de España (delante, derecha) durante la Misa. Participaron 150 delegaciones.
Los reyes de España (delante, derecha) durante la Misa. Participaron 150 delegaciones. Foto: AFP / Filippo Monteforte.

Sobre la paz, el Papa fue muy explícito durante su primer encuentro con el Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano, el pasado viernes. Dijo que la paz no es ponerse de acuerdo para hacer una tregua sino «sincera voluntad de diálogo», algo que exige en primer lugar «desarmar» las palabras para que no sirvan «para herir y matar». También dejar de apostar por la compra de armamento, pues la «exigencia de proveer a la propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme».

El pasado martes, aprovechando unas horas libres, salió por tercera vez del Vaticano y regresó a su antigua oficina, en el Dicasterio de los Obispos, donde se despidió de sus colaboradores y recogió las últimas cosas de su despacho. En los próximos días, después de poner al cardenal vicario de Roma, Baldassare Reina, al frente del Instituto Juan Pablo II, nombrará al nuevo responsable de este delicado departamento. El perfil que elija dará pistas sobre cómo desea concretar su Pontificado.